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Colombia
Humberto de la Calle analiza el avance del proceso de paz con las Farc
"El desplazamiento de los guerrilleros parece un sueño", aseguró.
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Colprensa
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Domingo, 12 de Febrero de 2017

Tranquilo y más relajado al no tener sobre sus espaldas el peso de las negociaciones de paz con las Farc, Humberto De la Calle Lombana asegura que lo que está ocurriendo con el desplazamiento de la guerrilla a las zonas veredales, donde se desarmarán, le parece un sueño y todavía no puede creer que eso sea realidad.

De la Calle también habló de política y sin definir aún una candidatura suya a la Presidencia, dice que “es nocivo para Colombia que se haya adelantado tanto esta campaña electoral”.

¿Cuando triunfó el No en el plebiscito,  usted pensó: ‘hasta aquí llegamos con la paz’?

Me sorprendí con la manera tan tranquila como recibí la noticia. Me parecía realmente inverosímil  pensar que el triunfo del No significaba volver a la guerra,  incluso los voceros del No lo que decían era que se buscara un mejor acuerdo, pero nadie estaba en plan de romper, en ese momento no tuve esa sensación crítica de ruptura, en cambio otros momentos en La Habana sí fueron muy difíciles.

¿Cómo le ha parecido lo que ha pasado desde que firmó el acuerdo hasta ahora?  

Es un milagro lo que está ocurriendo. Llevamos más de 50 años en esta guerra. Casi ocho millones de víctimas y lo que ve uno ahora  son estas columnas de las Farc conduciéndose hacia las zonas veredales, pronto comenzará el desarme que va a operar. Me parece  un sueño, todavía no puedo creer que esto sea realidad. Me  produce  frustración que  no veo a la opinión pública sensibilizada sobre la magnitud de lo que está ocurriendo. A veces veo un cierto  aislamiento de la vida urbana frente a lo que pasa en esa Colombia invisible y eso hace que se piense que es algo anodino o por lo menos no tan importante.

En segundo, lugar, los colombianos siempre tenemos el deseo de aguar nuestras  fiestas. Lo que está pasando   es muy importante, aunque surgen dificultades, por ejemplo,  lo de las zonas de concentración y el tema logístico, que es cierto, de eso no hay que sacar disculpas. Pero no hay ninguna proporcionalidad entre un problema  de unas zonas con  lo que ya se ha cumplido por parte de Estado, no solo del Gobierno, se hizo la refrendación en el Congreso, la Corte Constitucional avaló el procedimiento, tenemos  ley de amnistía, se discute la Jurisdicción Especial para la Paz y el artículo transitorio para darle solidez jurídica a lo acordado, son cosas de enorme magnitud y no hay proporción entre eso y los problemas logísticos de las zonas.  

¿Será que alguna  gente aún no cree en el  proceso de paz?

Últimamente ha renacido una confianza en el  proceso, incluso muchas personas dicen: ‘A mí no me gustó el acuerdo, pero ya existe, vamos a implementarlo’ y ese fue el llamado que hizo el Gobierno para que hubiera un pacto para la implementación, ya que no se pudo sobre el acuerdo mismo. Hay resistencias,  pero  han ido declinando, se ha ganado  confianza.  

Una de las grandes preocupaciones es la posibilidad de que las zonas que dejen las Farc estén siendo ocupadas por otros  grupos ilegales...

Ahí hay dos desafíos. Uno, el Ministro de Defensa está trabajando en el Plan Victoria, que consiste en  el copamiento y presencia militar y policial en las zonas que dejan las Farc. Pero  no basta  con una presencia militar, que es temporal, el resto del Estado tiene que aparecer también. Ese desafío es mucho más complejo y profundo e implica un esfuerzo  fiscal importante. Esta  batalla contra el mal, el narcotráfico, no ha terminado.

Tal vez la diferencia es que ya no van a tener una bandera política que los legitime…

Dos  diferencias: una que no vamos a tener una guerrilla que se  autodenomina política, y la segunda, es que  cuando las Farc dejen las armas se  jubila un aparato  militar muy grande.  

Se han registrado inconvenientes con la adecuación de las zonas de concentración de las Farc y   pueden surgir más, ¿cree que  se puede llegar a poner en riesgo el proceso?

Va a haber inconvenientes, incluso más graves, pero no  tanto como para poner en riesgo el proceso. La discusión  de algunas  normas para   implementar lo acordado va a ser muy dura  en el Congreso. Hay  una especie de tensión entre dos  ópticas: la del Gobierno, que la comparto y lo he dicho; los pactos tienen que cumplirse, el Estado, no puede echar atrás elementos esenciales de lo acordado, hay que cumplir.  La  otra es que algunos congresistas dicen que son soberanos, eso hay que conciliarlo,  si  hay que hacer ajustes, y  lo dijo el Presidente, deben hacerse con las  Farc  porque son consecuencias de un acuerdo, pero en lo esencial el Estado  tiene que cumplir. Es un tema extremadamente delicado porque las Farc tienen una fijación sobre ese  particular.  Como sociedad  y Estado no nos podemos equivocar, hay que cumplir lo  prometido.

¿Cree que el plazo para el desarme de las Farc se cumplirá?

Yo sí quisiera que el cronograma no se alterara, me parece que es parte de un mensaje de seriedad. El 5 de enero estuve en Mesetas  y allí Carlos Antonio Lozada y Alape  dijeron: ‘Aunque la demora en la habilitación de las zonas puede generar  dilaciones en el comienzo de los programas de  reincorporación,   nosotros vamos  a entregar las armas  en el tiempo previsto’. Confío en que eso ocurra así.

¿Por qué la Justicia Especial para la Paz genera tanta resistencia? Pues ya no es solo la oposición sino el Fiscal General y otros funcionarios las que la critican…

La Justicia Especial para la Paz es una justicia transicional,  hay que entenderla en esa dimensión, algún analista me dijo que esa era  una sustitución de la Constitución y le dije que por definición no lo es, en la medida justamente en que es transitoria, es una vía paralela, temporal,  para resolver  un conflicto armado.   Este esquema de justicia cumple los estándares internacionales,  no se acudió a la  amnistía general, si no que  estableció que hay un núcleo de delitos que no serán amnistiados, que le da tratamiento judicial, con un tribunal, jueces y sentencias,  que es integral, es decir, que no solo mira el problema de las sanciones, que ha  sido la gran discusión, sino elementos de verdad, de reparación y de garantías de no repetición, que establece una sanción  con alto  contenido reparador,  desde la  perspectiva de lo que siempre dijimos, que las víctimas están en el centro, es la mejor solución.

En el Valle del Cauca se ha sentido un cambio de lo  que pasaba en el Cauca, pero  sigue habiendo presencia de narcotráfico  y hay preocupación de que surjan nuevas formas de violencia cuando se retiren las Farc...

En esta región del país en particular, donde además concurre una multiplicidad de problemas, como el narcotráfico, la circunstancia de que Cali es la ciudad región de cara al Pacífico, hay una  situación de más frágil equilibrio y eso implica retos.

En el tema del narcotráfico, lo primero es que seamos capaces de cumplir con la nueva política de erradicación y sustitución, que implica un llamado a las comunidades para proceder a erradicar y sustituir cultivos. La sustitución no es original, lo nuevo es que no habría conflicto ni resistencia armada, que las comunidades, y  las Farc sin armas, den el paso hacia la sustitución. Si eso no es posible siempre nos reservamos la posibilidad de la erradicación forzada, pero tanto  a Colombia,  a la comunidad internacional y  a la nueva administración de EE. UU.  tenemos que  demostrarles que  somos capaces de asumir de nuevo el reto de disminuir los  cultivos ilícitos.

Usted ha sido muy  prudente al hablar del tema político. ¿Cree que en las elecciones del 2018, la paz va ser el tema central de la campaña?

Qué creo: la paz en el sentido del examen parágrafo por parágrafo de lo acordado probablemente pierda espacio, pero a partir del acuerdo uno encuentra dos caminos para Colombia, y eso creo que va a ser la discusión en el 2018. Una ruta es el desarrollo de los valores del acuerdo en términos de inclusión, de integración de  territorios, de reconocimiento  de ciudadanía  a esa Colombia invisible, de mayor participación. El otro camino es de cierta nostalgia del pasado, la apelación al autoritarismo, pensar que lo que se necesita es un lenguaje duro, pendenciero, estar regañando a la gente, olvidando la tolerancia y el respeto por los demás.  

¿Y le gustaría ser el abanderado de ese primer camino que menciona?

Ese no es un tema personal, yo no  asumo una candidatura como la medalla que falta en mi pecho. Estos son temas con los cuales estoy ligado, que son indelebles para mí y  voy  a seguir defendiendo y explicando lo que hemos hecho con respeto por la ideas ajenas, pero en el terreno que me corresponda, en todo  caso, el propósito sigue siendo el mismo.

Pero muchos sectores  lo ven como la carta fuerte del liberalismo...

No he tenido  ninguna petición oficial, oigo rumores, leo la prensa. No puedo ser hipócrita, noto que hay  personas que piensan eso, pero uno tiene que hacer dos valoraciones  ajenas a la vanidad: una, ¿soy útil  para un desafío para ese oficio, para lo que se me propone? Y dos, ¿cuento con apoyo suficiente? No se trata de precipitarse a tomar una decisión  alocada. Creo que es nocivo para Colombia que se haya adelantado tanto esta campaña, es  extenuante y larga. Hay  muchos temas que resolver en este semestre y deberíamos aplicarnos a eso. Lo que pretendo, por ahora,  es continuar en la  tarea de defensa y explicación de los acuerdos.

El senador Armando Benedetti  considera que todos los partidos que apoyaron el Sí deben  formar una coalición que defienda el proceso de paz y tener candidato. ¿Usted comparte esa visión?

No quiero entrar en esa mecánica, entre otras cosas, porque me parece que las elecciones de 2018 van a ser más de ciudadanía, incluso de ciudadanía indignada del tejemaneje político. Yo creo más en un liderazgo colectivo,  creo en la necesidad de coaligar fuerzas, no creo que un líder solitario vaya a tener éxito electoral,  la parte mecánica no me interesa.

¿Esperará el guiño del Presidente?

Primero, no  estoy a la espera y  segundo, el Presidente lo que tiene es que dar garantías a todos los que ingresen a la lucha política, pero no creo que esa sea la única ruta para quien  quiera tomar ese camino.

¿Qué lectura le hace al escándalo que salpica a las campañas presidenciales del 2014, que habrían recibido recursos de los sobornos de Odebrecht?

Lo primero es no sacar conclusiones anticipadas, esto es incipiente. Segundo, me parece que el Fiscal, como lo ha anunciado, actuará  con toda  drasticidad, eficacia y rapidez, porque  necesitamos  claridad sobre lo que ocurrió. Se habla  de sumas importantes de dinero que dejan rastros,  y seguramente la Fiscalía va a satisfacer esa necesidad de verdad plena.

Hay un  problema que no hemos podido resolver y es el de la financiación de  campañas, dictamos  leyes y leyes, pero hay una enorme distancia entre la ley y la realidad.  No hemos encontrado fórmulas mágicas y no las hay.  Hay una cultura de financiamiento de campañas  con el deseo después de  retribución por los elegidos en términos  de contratación y de privilegios, ese es el origen de la corrupción,  es casi un soborno disimulado. Ese es realmente el verdadero problema, no es fácil, pero me parece que estamos tocando fondo y que los colombianos han entrado en una fase de indignación, lo que pasa es que a la indignación tenemos que agregarle un  trabajo metódico, orgánico, claro, hay que  tener un programa muy serio de lucha contra la corrupción y creo que llegó el momento de tomar medidas más drásticas.

¿Para qué le ha servido en su vida la experiencia del nadaísmo?

Me ha servido mucho.  Yo me impregné de la filosofía que se basa en una visión extremadamente realista, escéptica, que algunos podrían decir pesimista y eso me ha servido mucho en la vida porque estoy como vacunado contra los reveses. Soy consciente de que lo que sube baja. En la vida política y pública uno tiene éxitos, pero tiene fracasos y uno tiene que mirar eso en la distancia.

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