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Acuerdo final (II)

Una vez publicado el texto de los Acuerdos la mayoría de los colombianos se rehúsan leer las famosas 297 páginas.

Sigue en el país la polarización política alrededor del llamado Plebiscito, con el cual se pretende refrendar los Acuerdos de La Habana entre el gobierno nacional y un grupo insurgente. Por razones obvias donde más se nota la polarización es en las redes sociales, donde los internautas -con frases o imágenes ilustrativas de las dos opciones- actúan irrestrictamente y se despachan con libertad a favor o en contra de los Acuerdos, sus protagonistas y sus principales promotores.

En la recta final de las conversaciones habaneras hubo un momento en que la población le exigía al Gobierno la publicación de los Acuerdos, a medida de que éstos se fueran concretando, y se advertía cierta reticencia gubernamental en su divulgación, hasta el punto que daba la impresión que el Gobierno quería darle a lo negociado el carácter de contrato de adhesión, como dicen los abogados civilistas, es decir, aquel contrato que se redacta por una sola de las partes y el aceptante simplemente se adhiere o no al mismo, aceptando o rechazando el contrato en su integridad, como cuando compramos un tiquete de transporte o los contratos del usuario con los bancos y las empresas de servicios públicos (agua, gas, energía, etc.).

Paradójicamente, una vez publicado el texto de los Acuerdos es la mayoría de los colombianos los que rehúsan leer las famosas 297 páginas, confirmando que son ellos, esa inmensa mayoría, los que quieren la identificación entre Acuerdos y contrato por adhesión, dejándose llevar ciega y gregariamente por la publicidad oficial, la misma que, al igual que la papeleta que se entregará a los electores, menciona la palabra “paz”, a pesar de la prohibición de la Corte Constitucional, porque no es el derecho a la paz el que está en juego sino los Acuerdos de La Habana.

Luego del anuncio del término de las conversaciones, allá en La Habana, el pasado 24 de agosto, vimos por televisión una especie de histeria colectiva en la emblemática Plaza de Bolívar, y estaba el presidente Juan Manuel Santos y el presidente del Senado, Óscar Mauricio Lizcano Arango, quien sonriente apretaba contra su pecho el texto de los Acuerdos, sin haberlos leído y quién sabe si lo hará, sencillamente porque hay que estar a tono con las órdenes principescas, porque congresista que se oponga va al despeñadero y al ostracismo político.

Definitivamente el plebiscito del primero de diciembre de 1957 fue organizado por estadistas (Alberto Lleras Camargo, Laureano Gómez Castro, Carlos Lleras Restrepo, Darío Echandía Olaya, Eduardo Santos Montejo, etc.), de ahí su solidez y carácter incuestionable; y éste, el del próximo 02 de octubre, lo organizan los politiqueros de oficio, como los denomina el autor de la canción “A quien engañas abuelo”.

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Ayer llegó a la cima de sus 86 años el doctor Luis Eduardo Lobo Carvajalino, conocido en esta casa editorial, y sus amigos nos regocijamos al verlo vital, escribiendo y publicando sus inquietudes intelectuales. Felicitaciones.

Martes, 13 de Septiembre de 2016
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