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Columnistas
Anécdotas caribeñas
Vinieron a mi mente días de clases cuando nos embelesaba con sus historias y estudios en Rusia.
Lunes, 14 de Noviembre de 2016

Una reunión de excompañeros de la universidad para celebrar una década más de egresados me llevó el fin de semana a Barranquilla, una ciudad que quienes ahora la dirigen -y acaban de llegar a Cúcuta a través de una conocida marca comercial- se les nota el afán e interés de sacarla adelante y no de sacarle todo. 

Es impresionante su arquitectura, sus nuevas y amplias avenidas para desembotellar la ciudad -lo que me llena de tristeza cuando pienso en nuestra Avenida del Río, etc.- y el esfuerzo por formalizar a los informales, entre otras cosas. Pero, además, quiero consignar otras anécdotas:

1. Con esos problemas de la que otrora fuera la aerolínea insigne de Colombia, y mientras esperábamos que autorizaran el despegue del avión hacía Barranquilla, trabé conversación con mi vecina, la señora Rosa Luisa Arroyo Argumedo, la esposa de Amílcar Guido Jiménez, mi antiguo profesor de derecho internacional público en la Universidad Libre, seccional Atlántico, como decíamos entonces. 

Vinieron a mi mente días de clases cuando nos embelesaba con sus historias y estudios en Rusia, adonde se fue a estudiar luego de graduarse como abogado en la Universidad Nacional de Colombia, y sus años de docencia en la Universidad de La Habana, a principios de los años setenta, del siglo XX, en pleno fervor de la revolución cubana, la que defendía con ardentía. 

“Rosita”, su esposa, hoy dirige la Fundación Amílcar Guido, para dar a conocer su obra y los cuestionamientos que hizo a la clase dirigente atlanticense y nacional, porque por varios años perteneció a la dirección ejecutiva del Polo Democrático Alternativo, hasta diciembre de 2010, cuando falleció, a los 81 años.

2. Nada más aquí, en frente del hotel donde me hospedo, en una típica tienda de barrio, me propongo libar algunas cervecitas luego del partido Colombia-Chile. Veo llegar una persona obesa con dificultad para caminar y se me pareció a alguien, sé que lo tengo en mi disco duro. El tendero le reprocha porque le habla en términos difíciles de comprender, y yo, osado, le pregunto a qué se dedica. Me responde que es barranquillero pero hijo de cubanos, estudió historia en La Habana y había escrito la historia del cine en Barranquilla. 
 
- Le tengo una sorpresa-, le dije. Usted es el historiador José Nieto Ibáñez, publicó tres libros voluminosos sobre las salas de cine en Barranquilla, los tengo, los he leído  y se los expliqué, porque además muchas de esas salas las conocí durante mi permanencia en la ciudad. Pero, además, grande fue su satisfacción cuando le hablé del Teatro Cisneros y del Teatro Emiliano, los “cachetosos” desde el siglo XIX, contiguos a la antigua Calle Ancha, luego Camellón Abello, después Paseo Colón y hoy Paseo Bolívar. Intercambiamos números telefónicos y prometió enviarme otros libros suyos. ¡Qué bueno sería hacer una investigación de este tipo en Cúcuta, donde también hay buen material! 
 
Bien, don José me obsequia su libro La tragedia del teatro Cisneros, donde relata acontecimientos trágicos ocurridos en Barranquilla hace más de 90 años. Es historia político-periodística donde perdieron la vida los periodistas Hipólito Pereyra (Héctor Parias Oliver), director de la revista Voces, la del “Sabio Catalán” de Cien años de soledad, y Pedro Pastor Consuegra. 

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