La Opinión
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Aplazamiento

El recuerdo tiene una voz bonita de retorno, inscrita en la ilusión romántica de vivir  el tiempo en los colores antiguos del arco iris, depurado de esta borrasca moderna delirante: ojalá, cuando el destino dé la vuelta, vuelva a escucharse un arrullo de amor en el viento.

Me quedo con lo de antes, con la ternura emigrante de cualquier mirada, con la voz pausada y sutil de aquella belleza cándida que era sana y sabía llegar al alma, inundar de luz las mañanas y sembrarse en la paz interior para tamizar los sentimientos. 

Me quedo con las costumbres que nacían con una huella romántica: una flor en el cabello, un beso pletórico de luz, la emoción sincera que sólo se advierte en el resplandor naciente en el fondo de los ojos buenos, donde el color encuentra su razón de ser. 

No sé qué vendrá: han pasado los años y parece aplazarse la reversa del mundo. Sólo lamento la vida sin tradición, sin romanticismo, sin flores, sin cosas tiernas, sin sueños y nostalgias, sin cielos y horizontes construidos desde el corazón, sin lo natural, sin la sutil manera de cautivar, sin la magia de un rubor que sabía aparecer en la sonrisa, fresca, clara, como una joya que los seres humanos manejaban para derrotar cualquier espejo.

Lo que sí sé es que, no sé cuándo, el giro se dará con fuertes latidos de esperanza, quizá implorando al tiempo misericordia, con un ruego de perdón por la primavera seca, por el reflejo de las cosas tiradas en la basura. (Los viejos estaremos sonriendo, en el infinito, con piedad, con la luna modelada en la consciencia de ser plenos).

Van a renacer las emociones en un par de ojos bonitos, en la magia de la cadena de amor que se trenza en los amaneceres, en los versos y las canciones, en la redención del humanismo. ¿Cuándo? Será pronto, porque el desastre no demora.

Domingo, 30 de Abril de 2017
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