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Aurelijus Rutenis
Hoy todavía sigue en su Centro de pensamiento con trasfondo visionario produciendo ideas para llegar a la gente.
Sábado, 17 de Junio de 2017

Cuando Antanas Mockus lanzó su candidatura a la presidencia por el Partido Verde, tenía toda la intención de llegar al primer cargo del país para gobernar y tal vez más que eso, enseñar, lo que mejor sabe hacer y a lo que ha estado dedicado.

En ese camino tuvo equívocos y esos traspiés se los cobraron y dieron al traste con su aspiración. Hoy todavía sigue en su Centro de pensamiento con trasfondo visionario produciendo ideas para llegar a la gente y producir trasformaciones sociales, como las logró poner en marcha durante su gestión como alcalde de los bogotanos, a través de manifestaciones culturales.

El país se ha quedado corto en reconocerle su aporte a la convivencia y la lucha frontal contra la corrupción, quienes deberían distinguirle su trabajo están conexos con las prácticas que él califica como sacrílegas pues profanan el sagrado erario y se apropian de lo que no les pertenece.

Para fortuna suya, un grupo de académicos en la Universidad de Harvard se dio a la tarea de estudiar su perfil y sus aportes a la cultura ciudadana y producto de sus investigaciones publicaron un libro “Cultural Agents Reloaded: The Legacy of Antanas Mockus” (Agentes culturales recargados: El legado de Antanas Mockus), texto que está próximo a su publicación.

Por su trabajo se le considera al profesor Mockus como ideólogo de la Cultura Ciudadana, la que desarrolló a través de mimos y múltiples campañas en la capital.

Él mismo se cataloga como defensor de la vida y se le reconoce como transformador de la cultura. Lo cual es muy valioso en una sociedad que como la nuestra ha perdido paulatinamente muchos de sus valores e irrespeta la vida.

La publicación de Laura Fernanda Betancourt en www.vice.com a propósito del trabajo realizado en la Universidad de Harvard compara a Mockus con otros que en su momento promovieron el cambio utilizando prácticas culturales, tales como José Vasconcelos en México y Augusto Boal en Brasil, fundador del “teatro del oprimido”.

Destaca la gestión de este matemático colombiano: “como Alcalde Mayor de Bogotá también se apalancó en el uso de las artes de forma emancipadora, revitalizando el espíritu cívico entre los ciudadanos de una ciudad que tenía, entonces, muchos problemas y reduciendo la tasa de homicidios alrededor de un 60%”.

Remata su artículo anotando que, “resulta particularmente interesante pues se aparta marcadamente de instancias históricas anteriores en el uso de las artes por parte del gobierno y hace manifiesta la primera condición de existencia de la gestión cultural: el espacio público, lugar desde donde se viabiliza la intervención de ciudadanías no hegemónicas y se visibiliza la producción de nuevos saberes”

A este agente cultural excepcional le debe el país, lejos de las convicciones políticas particulares, un reconocimiento porque entraña lo excepcional dentro de nosotros, él es un idealista que nos ha enseñado entre otras cosas el respeto por la vida humana, asunto del que debemos ocuparnos con empeño ahora en época de posconflicto y de paz. Pero ese homenaje que es una deuda con este académico debe darse en el ámbito académico, en el cual se ha movido desde hace mucho rato y de donde salió con la intención de enseñar en grande por medio del poder que le otorga ser gobernante. Sus enseñanzas deben estar en el pensamiento y el sentir de los colombianos, para premiarlo, sin que le  impongan medallas, sin envanecimiento, tan solo por la gratitud que le debemos por grande, por maestro, por sencillo, todo un señor de nombre Aurelijus Rutenis Antanas Mockus Šivickas. 

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