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Avales y partidos políticos
Un conocido senador costeño vaticinó que para 2018 el partido de la U no existirá, y pensar que es el más consentido por el Gobierno en este momento. 
Lunes, 27 de Julio de 2015

Con el cierre de inscripciones el pasado sábado terminó la fiesta de los avales, donde, como siempre, no se cumplió aquello de que el Constituyente y el Legislador son sabios, pues en este año 2015 sí fue verdad que se ignoró por completo el pensamiento del constituyente de 1991. 

Avales que se entregaron ignorando los fines de los partidos políticos y a sus jerarcas, y en otros casos ¡Quién lo creyera! fueron esos jerarcas los que patrocinaron el caos: el mejor ejemplo fue la feroz respuesta de Alejandro Galvis a Horacio Serpa Uribe por un aval al candidato a la gobernación, donde, al igual que en todo el país, no hubo disciplina de partido sino intereses personales. 

Pero este asunto de los avales parece coyuntural ante otro problema mayúsculo: el deterioro y debilitamiento de los partidos políticos, porque se trata es de la existencia misma de las fuerzas políticas que jalonan un país el desarrollo de un país. 

Bien dice Duverger que lo que caracterizó e hizo fuertes a los partidos políticos durante el siglo XX fue su organización y sus doctrinas, cosas que en nuestras parcialidades políticas no vemos en estos momentos, cuando la Patria se ve amenazada desde afuera por fuerzas políticas extrañas que quieren apoderarse de lo que nos ha costado dos centurias construir. 

Un conocido senador costeño vaticinó que para 2018 el partido de la U no existirá, y pensar que es el más consentido por el Gobierno en este momento. 

“Se sienten pasos de animal grande”, decía en su radioperiódico el locutor Marcos Pérez Caicedo, allá en Barranquilla, y no le faltaba razón.

“Un partido político es una agrupación de personas que profesan la misma doctrina política”, escribió Benjamín Constant en 1816, y hoy, 199 años después, este mensaje empieza a desfigurarse, porque en nuestros partidos políticos ya no encontramos personas que se identifiquen con “doctrina política” y defiendan con ahínco, por ejemplo, la libertad individual y social en lo político y la iniciativa privada en lo económico, que es la noción liberal. Ni encontramos personas que piensen en “la próxima generación”. 

Desde luego que los procesos eleccionarios son necesarios, pues al fin a y al cabo el objeto de los partidos políticos es organizarse, adoctrinarse y participar en elecciones para implementar sus políticas, pero si seguimos en el caos de hoy, donde, con el argumento peregrino de que se le quieren cerrar puertas a las minorías aumentando el umbral electoral, seguiremos teniendo partidos de garaje. Alguna vez tuvimos sesenta partidos políticos, lo que se acabó con la reforma electoral de 2003. 

Muchas veces no es el umbral electoral lo que frena el ascenso de los partidos minoritarios, sino las rencillas entre sus líderes y el transfuguismo hacia otros movimientos.

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