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Consejo senil
Para ensanchar el pensamiento, también, basta volverse como los pájaros de la mañana.
Domingo, 13 de Agosto de 2017

Las teorías de la senectud se rinden ante la evidencia de uno mismo, porque nadie las entiende mejor, porque van en estrecha conjunción con el grado de esperanza que se tenga aún en la vida, en cualquier campo, en el que a uno le guste estar. 

Por eso es bueno vivir agotando instantes, abordar nuevos proyectos o editar aquellos que estaban empolvados en el recuerdo, prestos a ser sacados a la luz, porque merecían la pena, aunque de ello no nos hubiéramos dado precisa cuenta o, la vida, no nos hubiera permitido ser sus gestores. 

Para ensanchar el pensamiento basta una ilusión, liberarse de fardos, iluminar las penumbras que ocultan la verdad de cada ser humano, admitir que cada uno de nosotros es un caudal de campanas, con sonidos que repican en alerta emocional para retarlo a no ceder, que rompen la rutina que raya el rastro de la oscuridad e invitan a arroparse de una nostalgia bonita que invada con sus colores la ansiedad espiritual: es buscar el final más apropiado para asumir el tránsito hacia las dimensiones infinitas donde ya nada es común.

Para ensanchar el pensamiento, también, basta volverse como los pájaros de la mañana, dominar el cielo con la rauda mirada y los picos latentes, hacerse señores del universo, no negarse a la aventura de amar los restos de las naves donde se navegó por tantos años. 

Le van quedando a uno sólo las sombras, pero ellas tienen también su magia: perfilan, alargan o redondean el tiempo, dejan ligero el aire para dar camino al viento y sólo depende de uno mismo hacerlas crecer en dignidad.

Aunque no es posible avanzar en espacio, sí lo es en tiempo, en sueños, en la prisa del corazón por hacer más amplios los perfiles del alma y sellar el compromiso con la vida en la abundancia de una vejez digna.

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