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Columnistas
Desde el Teatro Colón
Del discurso del señor Timochenko se pueden destacar dos cosas.
Lunes, 28 de Noviembre de 2016

Seguí juiciosamente el evento del Teatro Colón verificado el pasado jueves 24, donde el gobierno y Farc suscribieron el mismo, o el nuevo, o el retocado o maquillado Acuerdo Final. Pero del discurso del señor Timochenko se pueden destacar dos cosas:

1. Reconoció que los Estados Unidos -EE.UU-, única potencia supérstite de la Guerra Fría, y su nuevo presidente, Donald Trump, son los llamados a colaborar en la implementación y fortalecimiento de lo suscrito en el Teatro Colón. Y tiene razón con el cepillazo porque no queda más desde su punto de vista ideológico, y como bien decía un excomandante de la guerrilla salvadoreña: Rusia está dominada por empresarios, China tiene un régimen político cerrado pero una poderosa economía de mercado, Cuba ya no ve en el horizonte qué otro país puede regalarle sus riquezas para sobrevivir y tuvo que implorar a su viejo enemigo –los gringos- que se reconcilien, y nuestro vecino ya no está para regalar petróleo, que debe ser para ellos mismos.

Además, el deceso de Fidel Castro Ruz el pasado viernes 25 no es sólo la muerte de un expresidente, sino que para muchas personas es el descuadre en el ajedrez político latinoamericano. Fue un protagonista de la política mundial, pero, ya se sabe, los gobiernos extremistas dan al traste con todo, de ahí que la propuesta liberal de la socialdemocracia sea hoy la válida.

En el epílogo de su libro “Soldadito de mi patria no me mates” (2002), su autor, Jorge Meléndez Sánchez, trae un ilustrativo y breve recuento sobre Cuba y Fidel, titulado “La Cuba que ya no puede ser”.

2. Inicialmente, cuando nadie había tenido tiempo de comentar lo dicho por el señor Timochenko en el sentido que para el 2018 Colombia necesitaba un Gobierno de transición, muchas personas no salían del asombro por esa afirmación.

¿Qué quiso decir? Porque para la teoría marxista-leninista por periodo de transición se entiende la dictadura del proletariado, ese espacio que utilizan los revolucionarios cuando llegan al poder para demoler la vieja estructura económica, el régimen político y la organización social para implantar las nuevas, o por lo menos intentarlo.

Cuando los medios de comunicación empezaron a escudriñar el fondo de su aserto se preguntaban si Timochenko quería un cogobierno para garantizar la implementación del Acuerdo Final, lo cual es inimaginable. O será que, emulando el Frente Nacional, aspira a que el próximo presidente de la República, sea quien sea, nombre un gabinete ministerial milimétrico, lo cual también es impensable, porque desconoce que el Presidente de la República no es nombrado sino elegido y viene con su propio programa y huestes, sin desconocer lo que constitucional y legalmente esté obligado a hacer.

Haciendo algo de cábala política no me imagino a un German Vargas Lleras cogobernando con los muchachos de “Timo”, no, mejor digamos Timochenko, porque lo pueden confundir con el amigo Timoteo Anderson Carlson, quien también firma “Timo” y su única aspiración política es que al país regrese la armonía y convivencia pacífica.  

 

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