La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile

El chivo que más mea

Hago esta introducción para presentar (en mi opinión) a uno de los mejores escritores de Colombia.

Llegó a la ciudad Miguel Ángel Flórez Góngora. Llegó Miguelito, o sea, llegó un deslizamiento geológico: una montaña verbal. Una inquietud.  Y no solo llegó con sus argumentos sino que  trajo a Sandra, su bella esposa, y a sus hijos: Sara, Juan Jacobo y Paulina. Y si hubiera llegado solo, hubiera llegado con ellos en su corazón. Miguel no camina un centímetro de su vida sin los fantasmas de sus  lecturas y sin las sombras reales de los que lo acompañan en la aventura de la vida. Y esos compañeros son su familia, y después, algunos amigos. Y después, algunos espantos. Y después, miguelito y la poesía.

Hago esta introducción para presentar (en mi opinión) a uno de los mejores escritores de Colombia que tiene la humildad de impedir que su nombre aparezca en la historia oficial. ¿Qué? ¿No me creen? Busquen en Google y verán: no hay nada de Miguel: tiene él el nombre de la  grandeza del anonimato; pero como yo lo conozco, aquí lo revelo todo:

Miguel Ángel terminó el bachillerato en Cúcuta, antes de ser expulsado de  varios colegios de la ciudad.  De niño leía las columnas de su padre, Cicerón, en La Opinión; los textos de Rimbaud y  Baudelaire y Verlaine, y  las  sentencias  de su madre Angelita (experta en el Siglo de oro español), definieron su personalidad.   Miguel recita de memoria las obras de  Sófocles.

Cuando fue vicedecano de la facultad de Comunicación de la Sergio Arboleda, Miguelito invirtió más de  $500 millones en dotar la biblioteca que es una de las mejores del país. Estaba preocupado porque los estudiantes leyeran a Rosseau y Rimbaud y puso de moda la obra de Marshall Berman, uno de los grandes pensadores de la modernidad.

Miguel no es un hombre moderno. Es universal: su inteligencia (la agudeza de sus opiniones) y la exposición de sus motivos estéticos lo hace único en esta tierra del venado rojo. Un día entrevistó a Manuel Pérez. Durante la entrevista, lo encañonaron. Miguel miró la boca del fusil y los ojos de su verdugo, y dijo:

-Ustedes me matan. Pero yo tengo la razón.

Miguel tenía la razón. Y no lo mataron.  Está en contra de que las ideas contextualicen la guerra. Y está a favor del amor.  Sus libros (sobre Leo Matiz y García Márquez) se leen de una manera diferente a la lectura tradicional: se  leen con admiración.

Tengo la fortuna de ser su amigo y de dedicarle una columna, porque como él, hay muchos adolescentes que leen a Sófocles, que tienen mejores  motivos para vivir, que escriben mejor. Muchos podrán decirme que soy exagerado. Pero nadie dirá que no es cierto. Y que es el chivo que más mea.

Jueves, 29 de Diciembre de 2016
Premium-home
Patrocinado por:
Logo Empresas
Temas del Día