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El irrespetuoso
La carpa Libertad, donde se desarrolló la huelga de hambre, será el escenario de las grandes trasformaciones políticas.
Jueves, 28 de Mayo de 2015

Hace diez años dos estudiantes de la universidad Francisco de Paula Santander (UFPS) fueron asesinados por paramilitares. Edwin López y Gerson Gallardo fueron secuestrados, torturados durante días y sus cadáveres escupidos por dos descargas de fusil. Era la rectoría de Héctor Parra y la universidad jamás publicó un comunicado de rechazo. No hacerlo fue, de alguna manera, una segunda muerte para los estudiantes. Muchos años después, Carlos Bolívar, estudiante de décimo semestre de derecho de la UFPS, levanta su voz de protesta contra la corrupción de la universidad y recibe en consecuencia un proceso disciplinario que lo llevó a una huelga de hambre de 168 horas. Como a Edwin, como a Gerson, querían aplastarlo.

¿Y por qué Bolívar estaba en huelga de hambre? Porque es un veedor (fundador y director  de la veeduría ciudadana PROCURA UFPS) que ha denunciado la corrupción al interior de la universidad. Es el veedor el que denuncia pero es el estudiante el que recibe el castigo. El rector –o, sus compinches- argumentan que Bolívar no ha sido sancionado, que apenas “están averiguando”. Y con esta argucia semántica de tinterillo municipal, se quiso convencer a la opinión pública de que la huelga de hambre de Bolívar era injustificada. Hubo tanta presión contra Bolívar que una noche un grupo de encapuchados le arrojaron botellas y amenazaron con asesinarlo si no levantaba la huelga.

Héctor Parra lleva 15 años en la rectoría y busca, en las próximas elecciones de junio, perpetuarse por un periodo más en los pechos de Claudia Tolosa, su secretaria, su títere, su factótum. Y no le conviene que se sepan las turbulencias de su administración. Por eso abrieron un proceso disciplinario amañado contra Bolívar en el que los que lo investigan son los mismos que lo condenan. Como en la mafia.  Como las pandillas de barrio que buscan en gavilla acabar una promesa en la flor de su edad.

Carlos Bolívar es un estudiante aplicado con buen promedio. El año pasado recibió la medalla Luis Carlos Galán por su lucha contra la corrupción, otorgada por el Congreso de la República, y de esta manera se convirtió en el primer veedor en Norte de Santander en recibir dicha distinción. Esto, que debería ser motivo de orgullo para cualquier universidad, aquí en Cúcuta se condena. A Carlos Bolívar lo castiga la universidad por los mismos motivos por los que en Bogotá lo premian: por irrespetuoso. Este mundo sería mejor si todos fuéramos irrespetuosos con los corruptos, con la mezquindad, con el facilismo. Hay que ser irrespetuoso con la autoridad cuando la autoridad traiciona sus principios éticos y se atornilla en el poder para su beneficio personal.

Da vergüenza que en pleno siglo XXI los estudiantes tengan que hacer huelga para exigir cosas tan elementales como la instalación de bebederos de agua potable en el campus universitario o incluir el idioma inglés en el pénsum de todos los programas académicos. En fin. Si los estudiantes exigen estas cosas (que deberían surgir de las entrañas mismas del sistema educativo de la universidad) a punta de huelgas, es porque Héctor Parra, Leonardo Jácome, Claudia Tolosa y toda esa gran familia de vampiros chupasangre al servicio del autócrata, no pueden seguir manejando la universidad como lo vienen haciendo. Lo único que podría salvar a la Francisco de Paula Santander es que el irrespetuoso de Carlos Bolívar tenga más seguidores entre la comunidad estudiantil y profesoral. Sólo así, la carpa Libertad, donde se desarrolló la huelga de hambre, será el escenario de las grandes trasformaciones políticas.

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