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El pasado era de sabios
Ya no hay absolutos, sino relativos, ya no hay una secuencia de desarrollo.
Domingo, 6 de Noviembre de 2016

Apelo a la vieja concepción de los ciclos del tiempo para pensar que, pronto, habrá un retorno a lo clásico, para repasar las huellas que registraron los grandes acontecimientos de la humanidad, cuando se pensaba más en la causa que en el efecto y podían darse explicaciones, coherentes, a los verdaderos retos de una raza que pensaba más allá de su dimensión física.

En el rescate del derecho al pasado, la razón tiene una especial incidencia; porque, igual, si dejó de evolucionar como una unidad de mente y espíritu, para mostrarse ahora sólo como un disfraz del libertinaje, posee aún la cualidad de contener los fundamentos de la pureza de la lógica.

No es justo que los humanos hayamos entregado nuestro don de decidir, según un criterio forjado a través del estudio, o subestimemos en la actualidad las experiencias de humanismo y filosofía que podían matizar la convivencia en torno a los principios sabios y prudentes,  distorsionados por el supuesto liderazgo de los llamados autores, o gestores, de una vanguardia que está lejos de representar la suprema condición de ser imagen y semejanza de dios. 

Los problemas son ahora distintos, incluso bajos de contenido, porque reflejan únicamente la aspiración modernista de aplacar las altísimas tendencias materiales que subyugan el comportamiento de la sociedad. Son pobres problemas, planteados por la voracidad de los modelos del consumismo.

El inmenso don de ser libres, que necesitaba primar sobre todas las cosas, para hacer valer el alma de los hombres, se relegó, se entregó mansamente a una modernidad absurda que niega la espiritualidad de la persona.

¡Qué decepción! Ya no hay absolutos, sino relativos, ya no hay una secuencia de desarrollo, ya no existe aquél devenir casi sagrado que convergía alrededor de la esperanza de progresar, sanamente, para procurar mejores y más dignas condiciones de vida, para todos.

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