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¿El poder para qué?
Darío Echandía, quien ocupó, sin querer queriendo, todos los altos cargos que depara una democracia.
Viernes, 7 de Abril de 2017

Personaje insólito, por decir lo menos, fue el expresidente liberal Darío Echandía, quien ocupó, sin querer queriendo, todos los altos cargos que depara una democracia, incluyendo la mismísima Presidencia, no sin antes dejar su impronta en el ministerio de Justicia y el Senado de la República, donde demostró su inteligencia superior y lo mejor de todo, su total desprendimiento del dinero y de las malas costumbres.

Natural de Chaparral, pequeño pueblo tolimense, cuna de tres presidentes, inició su periplo vital en un minúsculo juzgado pueblerino de donde ascendió, por sus méritos, al Ministerio de Gobierno, para luego ocupar el de Justicia y ser escogido como candidato presidencial del liberalismo. No fue elegido para el primer cargo de la nación por cuanto en ese momento imperaba la violencia partidista que incluyó un atentado contra su vida en el que encontró la muerte uno de sus hermanos. 

Tuve el placer de escucharlo en el Senado, donde se enfrentó con la bancada del anapismo, en ese momento tan importante que estuvo al borde del poder pues su candidato, el general Gustavo Rojas Pinilla, fue derrotado por pocos votos, en memorable noche en que se rumoró un fraude electoral. Era escuchado con atención por sus colegas, pues sabían sus profundos conocimientos sobre historia y filosofía griega y romana. 

Fueron famosas, por ello, varias de sus frases, la más conocida de las cuales es la tan mencionada muchas veces:  “¿El poder para qué?’’ Que no ha sido bien entendida, pues encerraba  concepto que tanta falta hace en estos tiempos. Significaba nada menos que un rechazo a las vías de hecho, a los golpes de Estado, al aprovechamiento de las arcas estatales para enriquecerse. ¿El poder es para enriquecerse? La respuesta es no. Tampoco es para promover la violencia, para defender la guerra y para atacar la democracia, que aquí no es perfecta pero es lo mejor que tenemos.      

Otra de sus frases, esa sí para esculpirla en mármol, la pronunció para criticar a algunos políticos. Según el maestro Echandía, él sí digno de ese nombre honorífico, es la que fija una norma de conducta: ‘’En política se puede meter la pata pero no se puede meter la mano’’. Él nunca la metió y dio ejemplo de desprendimiento y honestidad. Humildemente, creo que el Partido Liberal y la nación  le deben un homenaje al irrepetible “filósofo de Chaparral’’, quien creyó siempre que “este es un país de cafres’’. Algo que se está probando en estos días.

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