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En busca de los ancestros
El diplomático recuerda que llegaron a Francia en pleno invierno y sin entender una sola palabra del francés.
Viernes, 4 de Agosto de 2017

El pasado domingo, el redactor de EL TIEMPO, Néstor Alfonso López L., presentó una crónica sobre la vida de Olivier Pradet, diplomático del gobierno francés desde hace 18 años y actual consejero  comercial de la embajada de Francia en Bogotá, desde hace seis años.

El cronista recuerda que en un desayuno celebrado en el norte de Bogotá hace año y medio todos los franceses presentados eran altos, esbeltos y de ojos claros, menos Pradet, con 1.60 de estatura, ojos cafés y cabello negro ensortijado. Esto lo llevó a indagar para enterarse de que Pradet era el colombiano Carlos Alberto González Martínez, nacido en Catalina, barrio al sur de Bogotá, que desde los tres años vivió en el campo con su abuela donde estudiaba y araba la tierra, que trabajó en la ciudad en una empresa industrial en donde el trato recibido no era el mejor pese a su corta edad.

A la muerte de su abuelita, y cuando apenas tenía 11 años, una tía lo llevó junto con sus hermanos más pequeños, Oscar y María Lucía, a un orfelinato en donde a los pocos días fueron adoptados por una pareja  de franceses que rondaba los treinta años, él un empleado de rango medio en una empresa de teléfonos  y ella una profesora de música.  

El diplomático recuerda que llegaron a Francia en pleno invierno y sin entender una sola palabra del francés, que el primer regalo que sus nuevos padres le dieron fue un diccionario. Se les permitió escoger su nuevo nombre de una lista facilitada, él escogió Olivier y, a partir de ese momento, se identifica como Olivier Pradet. Empezó a estudiar en una escuela pública y a los 16 años terminó la secundaria y se ganó un cupo para estudiar Relaciones Internacionales. En los ratos libres trabajaba a escondidas de sus padres  

Nunca se olvidó de su tierra ni se dio por vencido en el empeño de encontrar a su madre de quien fue separado debido a las duras circunstancias que ella tuvo que vivir. Siempre estuvo pendiente de los acontecimientos de Colombia, disfrutaba de las buenas noticias pero se entristecía cuando se enteraba de todo aquello que empañaba  la imagen de la tierra que lo vio nacer.

Durante sus anteriores visitas a Colombia en función de su trabajo y luego de su permanente estadía en el país, se dio a la tarea de buscar a su madre. Con la ayuda de amigos logró ver culminada su irrenunciable aspiración en un registro del Sisbén. El 14 de mayo, Día de la Madre, Olivier se dirigió  con un grupo de amigos al barrio Marruecos, llegaron a la casa indicada, tocó a la puerta y el gran encuentro  Evangelina -Olivier se dio. Este es un gran premio a la perseverancia.

Pero no todos los niños que permanecen en un orfelinato corren con la suerte de encontrar el espacio propicio para demostrar su talento. Según datos del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar(ICBF), en Colombia hay 11.000 niños que están esperando ser adoptados y, de estos, 4.500 son considerados de difícil adopción, pues están entre los 8 y 17 años, tienen algún tipo de discapacidad o hacen parte de un grupo familiar. Entre más tiempo permanezcan en el instituto sus posibilidades de adopción   se reducen y eso puede acarrearles mayores secuelas por falta de una familia.

Desafortunadamente la adopción tiende a disminuir en nuestro país, especialmente con destino al exterior.

 

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