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Expresidente Abadía

Hace exactamente diez años vio la luz pública el primer tomo de Mis Memorias.

Por la Red de Historiadores (Rehicol) se hizo alusión el lunes antepasado que ese día -junio 05- el expresidente Miguel Abadía Méndez cumplía 150 años de su natalicio. Los colombianos -por lo menos los que nos interesamos por nuestra historia política- lo recordamos por cosas buenas y malas.

Primero, porque con la ayuda de don Esteban Jaramillo, abogado devenido en hacendista, en una época en que no existían los economistas, supo solventar la famosa Gran Depresión de finales de su mandato (1929), y, además, porque con el tratado Esguerra-Bárcenas estableció los límites marítimos con Nicaragua; segundo, que es lo malo, porque difícilmente se puede creer que el presidente no sabía que sucedería lo que se llamó masacre de las bananeras, acaecida el 6 de diciembre de 1928, y que tanta notoriedad le dio a Jorge Eliécer Gaitán como abogado penalista.

Años más tarde he leído anécdotas sobre Miguel Abadía Méndez como profesor de derecho constitucional. Recuerdo una entrevista al escritor Eduardo Caballero Calderón (Swan), quien fue su alumno, donde recordaba que el profesor Abadía Méndez le preguntó en un examen final cuáles eran las calidades para ser ministro, y él respondió que eran las mismas para ser representante a la Cámara: ser ciudadano en ejercicio, no haber sido condenado por delito que merezca penal corporal y tener más de veinticinco años de edad, como decía la Carta entonces. El profesor Abadía le replicó que “el único requisito era que el presidente de la República lo nombrara”. 

Hace exactamente diez años vio la luz pública el primer tomo de Mis Memorias, del expresidente Alfonso López Michelsen, alumno de Abadía en la Universidad del Rosario. Dice López que sus estudios de Derecho “fueron pobres, pobrísimos, porque las lecciones de Derecho Constitucional del doctor Miguel Abadía Méndez estaban plagadas de anécdotas graciosas, desprovistas de profundidad y se reducían a repetir con otras palabras lo que decía el articulado”.

Esto último me hace acordar una anécdota de un político conservador, jurista antioqueño y copartidario de Abadía Méndez, que relata don Tomás Rueda Vargas, el escritor de la Sabana bogotana, en un artículo de prensa de 1936, titulado ¿Cátedra libre y tribuna libre? Cuenta don Tomás que Antonio José Uribe, quien se desempeñó en universidades bogotanas como docente de Derecho internacional público hasta 1930, “duró más de treinta años poniendo el mismo disco”, dando a entender que sus apuntes de clase nunca los actualizó. Parece que tanto para Abadía Méndez como para Antonio José Uribe el mundo y el Derecho no evolucionaron.

¿Qué contraste con las clases de Derecho Penal fiscal de Carlos Lleras Restrepo, o las de derecho penal de Jorge Eliécer Gaitán y las de Derecho Constitucional de Alfonso López Michelsen, que parece superó sus deficiencias porque dejó huella imborrable en sus alumnos de las universidades Libre, Rosario y Nacional que hoy lo recuerdan gratamente, y publicó libros de la materia, como La estirpe calvinista de nuestras instituciones y su famoso Introducción al estudio de la Constitución de Colombia, entre otros.

Martes, 13 de Junio de 2017
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