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Extrordinaria líder brasileña

¡Una diminuta y aparentemente débil dama, con una camándula por toda arma, había salvado al Brasil del comunismo!

Luiz Carlos Prestes, jefe del partido comunista brasileño, se jactaba en público: “Ya tenemos el poder, lo único que nos falta es tomar el gobierno”. 

El presidente João  Goulart gobernaba por decreto, nada distinto de los  dictadores.  Por ello, el mariscal Humberto Castelo Branco dijo: “Cuando un presidente se propone anular el Congreso y suplantar la Constitución, la acción militar en defensa de la legalidad, no solo se justifica, sino que se impone”. (Santos emite decretos por la vía del fast track, en revancha porque el pueblo le negó en plebiscito la aprobación de su manguala con las Farc en La Habana). 

Jango – apodo del mandatario - derrochaba dinero para sus camaradas, y les otorgaba altos cargos y libertad para obrar  sin respetar el derecho ajeno. Por el contrario, para sus antagonistas no había sino represión,  censura, expropiación y cárcel. Les declaró la guerra a los terratenientes, muchos de los cuales fueron asesinados, pero él, que al inicio de su vida pública no poseía sino una finca heredada de 13 kilómetros cuadrados, era dueño, cuando huyó al Uruguay, de 7687 kilómetros cuadrados de tierra. 

Amélia Bastos había sido maestra de escuela, y disfrutaba de su hogar como esposa de un médico castrense retirado. No podría creerse que en tan pequeño cuerpo, de 45 kilos de peso, y con 59 años de edad, cupiera tanta firmeza, tan clara inteligencia, e incomparables astucia y valentía. 

Es cierto que entre la clase media, los industriales, los profesionales y al final los militares, provocaron el derrocamiento de    Goulart, pero por encima estuvieron los escuadrones femeninos católicos, comandados por doña Amélia. ¿Cómo logró poner ella en fuga al todopoderoso Jango?  

Convocó en su casa a amigas y vecinas y, camándula en mano, se trazaron las metas. El 12 de junio de 1962  surgió el primer cabildo de CAMDE (Campaña de mujeres por la Democracia) en Río de Janeiro. El ejemplo de doña Amélia cundió: otro grupo de luchadoras se organizó en la LIMDE (Liga de mujeres demócratas) en Belo Horizonte. En una ocasión, con la amenaza de tenderse en una pista de aterrizaje impidieron la llegada de dos conferencistas rusos y en otra, le frustraron  al cuñado del presidente, Leonel Brizola, un discurso sobre reforma agraria: el recinto se llenó de 3.000 mujeres que rezaban el rosario. El agitador socialista se dirigió al campo abierto y allí encontró una multitud semejante también en oración. 

Cuando Jango rebosó la copa integrando su gabinete con solo comunistas, las féminas  contraatacaron. Encabezadas por Amélia Bastos, el 19 de marzo de 1964 emprendieron la “Marcha de la familia con Dios hacia la libertad”. São Paulo, la mayor ciudad de América y de las más grandes del mundo, se vio colmada en sus vías comerciales por 600.000 mujeres que pedían libertad y democracia y apretaban sus rosarios contra el pecho. 

Caído el régimen prosoviético, doña Amelia fulguró igualmente en la  marcha del 2 de abril de un millón de personas en Río de Janeiro, la que ella denominó  “De acción de gracias a Dios”.

¡Una diminuta y aparentemente débil dama, con una camándula por toda arma, había salvado al Brasil del comunismo!  

orlandoclavijotorrado@yahoo.es 

Domingo, 16 de Julio de 2017
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