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Falta pelo pa’ la moña
No nos llamemos a engaños: Colombia todavía no está en paz. El cese bilateral de hostilidades, lamentablemente no es un acuerdo final. 
Martes, 28 de Junio de 2016

La declaratoria de cese al fuego bilateral entre el estado colombiano y la guerrilla de las Farc es, sin duda, un paso determinante en la consolidación del proceso de paz. Que no se disparen los fusiles (¡ojalá se cumpla!) de dos bandos (uno, institucional, y otro, irregular) que han sido enemigos históricos es un logro que merece reconocimiento. El paso previo al armisticio total es el cese bilateral. Lo uno, indefectiblemente, es consecuencia de lo otro. 

El presidente Santos ha hecho un esfuerzo descomunal por llevar el proceso de paz a feliz puerto. Es justo admitirlo, como también hay que aceptar, que, habiendo sido reelegido con la bandera de la paz, está legitimado para empeñarse, como a bien lo tenga, en esa titánica tarea. El Presidente es libre de maniobrar el barco -en el marco de la Constitución y la Ley-, pero al final tendrá la responsabilidad política, por lo bueno o lo malo que ocurra, en esa travesía que es la paz. 

Toda mi vida he sido un convencido defensor de la negociación política del conflicto. En el caso de las Farc, no se trata de un proceso de sometimiento. Por lo tanto, habrán concesiones, entre ellas que los alzados en armas puedan participar en política. Estoy seguro de que “Timochenko” y sus muchachos causarán menos daños en el órgano legislativo que inefables individuos como Alfredo de Luque y Julián Bedoya, por solo dar dos nombres. 

Lo preocupante del tema es que, cerca de cuatro años después de haberse iniciado los diálogos, al día de hoy, no hay un acuerdo concreto, partiendo de una máxima decretada por el mismo presidente Santos: “Nada está acordado, hasta que todo esté acordado”. Esta semana lo que presenciamos fue una ceremonia para anunciar el cese bilateral de hostilidades. En ese mismo acto, las partes señalaron que en algún momento se firmará un acuerdo final, pero no hay fechas definidas, como tampoco claridad absoluta sobre lo que se pactará. Lo más difícil, está por venir. 

De los recientes anuncios, debo rescatar dos hechos positivos y dos negativos. Los buenos: desarme total y destrucción del armamento de las Farc, con un tiempo definido. Los malos: al parecer el plebiscito será votado por la ciudadanía, con las Farc en armas, hecho que sería de una extrema gravedad, por las consecuencias que ello implica. Además, las Farc serán procesadas por una jurisdicción especial, de la que no sabemos nada: ni quienes serán los jueces, ni cómo serán elegidos. 

No nos llamemos a engaños: Colombia todavía no está en paz. El cese bilateral de hostilidades, lamentablemente no es un acuerdo final. Falta mucho por recorrer, y el camino es largo y culebrero. Ni que decir del posconflicto, si se llegare a materializar la paz (en ese caso, el esfuerzo habrá de ser superior, pero ese es otro cuento). De cualquier forma, la concreción de la negociación no puede pasar de lo que resta del año. De lo contrario, el proceso se irá al traste. Hay más dudas que certezas, y al país se le está acabando la paciencia. 

La ñapa: ¡Qué cantidad de sapos y lagartos en el anuncio del cese bilateral de hostilidades! Al presidente le fascina el “comité de aplausos”.

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