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Génesis de la guerra

La opinión pública ha visto a un presidente arrinconado por la mala leche de los promotores de la oposición.

Los malos resultados de la imagen del gobierno, según encuesta radial revelada días pasados, tiene varios responsables: en primer lugar, el presidente Juan Manuel Santos y sus asesores, y en segundo lugar, la mala leche de dos personajes de derecha, el senador Álvaro Uribe Vélez y el procurador Alejandro Ordóñez, que se han dado gusto trapeando con el gobierno, que como los malos boxeadores, no ha sabido defenderse y pasar a la ofensiva.

Con sorpresa ¡sí, sorpresa!,  la opinión pública ha visto el espectáculo de un presidente arrinconado por la mala leche de los promotores de la oposición, quienes han tenido éxito en su objetivo de sacarle canas al gobierno y serrucharle el piso, por una razón fundamental: la campaña de paz que busca poner fin a la guerra que hemos afrontado los colombianos en los últimos sesenta años, desde el luctuoso día en que llegó al poder el presidente Mariano Ospina Pérez, quien a pesar de sus limitaciones aspiró a la reelección. Que afortunadamente no logró.

La campaña de oposición la  ha encabezado, por primera vez en el presente siglo, un expresidente, herido  en su vanidad por lo que él considera una traición de quien fuera su exitoso ministro de Defensa, que se aburrió de ser su subalterno y se independizó de su antiguo jefe. Esa rebeldía produjo profundo distanciamiento, traducido en todo tipo de maldades, desde una serie de ataques hasta la revelación de secretos militares. No ha habido arma que no se haya utilizado para moverle el piso al presidente Juan Manuel Santos, quien a pesar de ser exitoso pokerista, cometió el error de desestimar al enemigo, algo que no debe hacerse en una guerra, sobre todo si el rival es un arriero herido en su vanidad.

Como no se había ocurrido antes, se estrenó nueva arma de oposición, el twiter, un correo electrónico que permite el envío de 14 letras, espacio que a pesar de lo breve ha sido utilizado para revelar secretos de estado y para lanzar acusaciones sobre lo divino y lo humano. Recuerdo que en mis épocas de juventud los liberales hacían circular de mano en mano cartas de los jefes en las que se atacaba al gobierno de turno. Era la única arma de oposición ante la censura de prensa y la férrea dureza contra los opositores, que eran llevados a la cárcel. Qué tiempos aquellos en que personas honestas como mi padre, un periodista, pensaban que era posible tumbar al gobierno con una carta. No sabían el poder del internet.

Ante la ofensiva del senador Uribe, quien comanda grupo político muy obediente y disciplinado, como el nazi, el presidente no ha sabido contestar. Al principio afirmó que no pensaba pelear con su antecesor –tremendo error—y luego ha querido calmar a un tigre dándole a comer un caramelo ¡otro error¡ A una fiera no es fácil calmarla. Y eso ahora lo sabe Santos, que en varias oportunidades ha tratado, infructuosamente, de restablecer la amistad con su ex amigo y hoy enemigo. A la oposición del senador Uribe hay que sumarle problema inesperado que se presentó hace poco. La caída de los precios del petróleo, que no han permitido el cumplimiento de programas  y de unas promesas. Este hecho le ha dado más municiones a la oposición, que no perdona ni una, como se dice popularmente. En un país como el nuestro, donde lo que más se puede repartir es la pobreza, no faltan los argumentos para atacar al gobierno. Falta más reacción de éste, que se deja acosar con mucha facilidad. Tiene que reaccionar antes de que le cuenten hasta diez.  

 

Viernes, 7 de Agosto de 2015
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