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Hipócritas

Somos especialistas para ver la paja en el ojo ajeno, pero pasamos por alto la viga que nubla nuestro andar.

Si algo caracteriza a Colombia y su gente, es la hipocresía. Una de las causas determinantes para que este país siga anclado en el pasado y en las desgracias de siempre es esa doble moral, que se convirtió en práctica inveterada, en una forma de vida; incluso, en un parámetro establecido aceptado socialmente.

Somos especialistas para ver la paja en el ojo ajeno, pero pasamos por alto la viga que nubla nuestro andar. Somos los primeros en criticar al prójimo, pontificando sobre lo divino y lo humano, y olvidamos cada tanto que somos tan mortales como imperfectos.

Hay personajes que en público fungen de dueños de la moral, y de puertas para adentro tienen una vida nauseabunda. Absolutamente nadie está legitimado para ser el censor moral de otro, el depositario de la verdad revelada o el oráculo de Delfos, por una razón elemental: no hay un ser humano infalible. Por lo tanto, todos estamos avocados indefectiblemente a errar. Que lance la primera piedra quien nunca se haya equivocado.

El episodio más reciente de linchamiento mediático y social que tanto gusta en estas latitudes tuvo como 'procesado', en una especie de juicio sumario, al alcalde del municipio de Yarumal, en el departamento de Antioquia. Se le vino el mundo encima al burgomaestre, porque celebró su cumpleaños con una stripper o bailarina exótica, como decían los viejos, en la sede de la Alcaldía, hecho que quedó registrado en vídeo y que por supuesto se volvió viral. Las voces de repudio no se hicieron esperar: cayeron sobre el funcionario rayos y centellas.

Lo primero que hay que decir es que no hay nada más espectacular que un sexi baile de una hermosa damisela, dando vueltas en un tubo y ligera de ropa en lo posible. Quien diga lo contrario es un farsante que solo busca quedar bien. Lo segundo: ¿cuántos de los que lanzaron a la hoguera al alcalde de Yarumal no han participado de una fiesta con ese tipo de espectáculos? Estoy seguro de que muchos, en consecuencia, nada pueden criticar.

En un país con tantos problemas, en el que los niños mueren de hambre, la violencia es cotidiana y la corrupción se volvió paisaje, en el que la mayoría de los Alcaldes y Gobernadores no hacen fiestas en las sedes de Gobierno, pero sí negocios turbios por debajo de la mesa, ¿qué tan grave pude ser el comportamiento del Alcalde de Yarumal?

Los colombianos somos hipócritas por naturaleza y definición: mientras un baile sexi genera la censura de la mayoría de medios, la 'mermelada' de Santos acalla micrófonos y compra editoriales. Dan asco esos filibusteros que se venden por unas monedas, y luego hablan de honradez.

Algo parecido ocurrió cuando el hijo de un magistrado de la Corte Suprema fue sorprendido por la Policía ejerciendo su papel de novio aplicado, en el interior de un vehículo oficial. Se armó Troya y hasta la cabeza del togado pidieron los 'grandes opinadores'. Yo, en cambio, creo que nunca antes un bien del Estado había sido tan correctamente utilizado.

Colombia es una parodia, una sociedad cimentada en la apariencia, una mentira que usa máscara porque le da vergüenza mirarse en el espejo.

Martes, 14 de Junio de 2016
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