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Juntos pero no revueltos

Con absurdo frenesí, la crisis en la frontera escaló a niveles inverosímiles en cuestión de días.

Con absurdo frenesí, la crisis en la frontera escaló a niveles inverosímiles en cuestión de días. De un supuesto ataque furtivo contra la Guardia Venezolana saltamos a deportaciones, destrucción de casas, demandas ante la CPI, charlas con Ban Ki Moon, disputas por quién baila la Pollera Colorá y quién joropo, señalamientos de cobardía y hasta jocosas invitaciones para irse a los puños con expresidentes.

Todo como parte de un reality rocambolesco que es retransmitido por cada agencia de noticias y que refuerza el rol de los mandatarios latinoamericanos ante el mundo como los representantes de la política tropical.

Una vez que esta situación se estabilice, la situación de los desplazados sea resuelta, bien sea allá o acá, y concibamos la vergüenza que habremos pasado por caer en el juego de provocaciones de Maduro, habrá un tema clave que requerirá un análisis concienzudo: ¿Qué fue lo que pasó en la OEA?

Encontraremos, entonces, que más que la humillación por una votación frustrada, como muchos medios lo han querido enfocar, o la torcida de un Panamá del que esperábamos respaldo, igual al que le dimos cuando súbitamente lo declaramos paraíso fiscal, Colombia pecó por inocencia, por creer en una supuesta integración regional que no existe.

Tenía sentido citar a una reunión de cancilleres, tenía aún más sentido que esa reunión se llevara a cabo, pero el desastroso resultado diplomático que vivimos es el reflejo nítido de una Latinoamérica que no cuenta con instituciones fuertes entre sus países porque simplemente no le interesa tenerlas.

Las iniciativas que buscan igualar nuestros estándares con los de la Unión Europea no florecerán en un futuro cercano, pues nada nos da más miedo que depender de nuestros inestables vecinos. No importan las cumbres, las fotos para el recuerdo ni los tratados de papel maché que firmemos, a nadie en el continente parece importarle lo que nos pase.

¿De qué sirven los instrumentos multilaterales si no cumplen las funciones principales para las que fueron creados? Y la respuesta no está tampoco en voltear la mesa y empezar a desertar de todos los clubes de países a los que nos hemos inscrito. Todo se reduce a un tema de autocrítica de nuestras políticas exteriores, pues, querámoslo o no, estos mecanismos son la tendencia hacia la cual se mueve el mundo, aun cuando nuestros ejemplos locales no sean los más alentadores.

“Juntos pero no revueltos” parece ser el mensaje claro que recibimos desde la OEA. Somos socios, comerciamos juntos, pero los problemas de cada país se resuelven en la sala de su propia casa y sin que el vecindario tenga que enterarse. Como en una clásica pelea de telenovela entre esposos donde se rompen floreros y se dicen cosas que luego lamentarán, mientras desde las otras ventanas solo se cierran las cortinas, Colombia y Venezuela tendrán que lavar sus trapos sucios adentro porque afuera nuestro drama bananero le tiene sin cuidado al planeta.

Obiter Dictum: No podemos criticar a Netflix por hacer una serie sobre narcos cuando nosotros fundamos esa terrible moda.

Viernes, 11 de Septiembre de 2015
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