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La caída de Turquía

El atentado en el aeropuerto internacional Ataturk es el séptimo que se produce en el país en menos de un año.

La quimera Daesh ha llegado hasta Turquía. No conforme con hacer la guerra y provocar miles de muertes y refugiados en Siria e Irak, ahora invade tierra helénica para conquistar terreno. El atentado en el aeropuerto internacional Ataturk de Estambul es el séptimo ataque terrorista que se produce en el país en menos de un año.

La situación se está volviendo incontrolable y la etiqueta de ‘seguro’ que le había dado la Unión Europea a Turquía se desvanece como arena. Ahora, los setenta y cuatro millones de habitantes turcos extienden su preocupación hacia otras naciones y la ayuda viene de los lugares más inesperados.

Rusia se ha propuesto reanudar las relaciones que habían quedado congeladas desde diciembre de 2015 debido a un incidente con un caza ruso, y dentro de sus propósitos se encuentra normalizar las relaciones y revitalizar la cooperación militar y antiterrorista, relación que Turquía necesita ahora que atraviesa una de sus fases más oscuras e inciertas.

El gigante asiático ha ofrecido continuar coordinando unidades militares para la lucha contra los yihadistas en Siria, a la vez que levantar las sanciones que se habían impuesto contra el país.

Pero no sólo ha sido Rusia partícipe del plan de combate turco contra el terrorismo. Justo ahora, Turquía se encuentra en el centro de las miradas de la Unión Europea, cuyos países temen por la llegada masiva de refugiados, cuestión que agravaría la situación del terrorismo en el continente. No obstante, a pesar de la ayuda que han brindado los países de Europa ante el atentado, y a pesar de las múltiples recomendaciones (jurídicas y en materia de defensa) de la UE, la apertura de un nuevo capítulo en la integración es lejana.

Lo que alguna vez fue el centro del Imperio Otomano, hoy cae como ficha de dominó en una fila. Es precisamente la inestabilidad de la región la que está afectando la estabilidad de Turquía, donde el escollo terrorista contagia a cada vez más países y las dudas y sospechas crecen entre las naciones que viven al interior de Turquía.

La situación actual de contagio de violencia en Turquía significa una pérdida de la confianza internacional que se tenía en el territorio por su secularidad y multietnicidad, y a la vez un indicador (más) de que el problema no es el Islam. Hay que reiterar las veces que sea necesario para que se comprenda, que ninguna religión es problemática per se. Turquía es un Estado secular desde 1920, y hoy, el aeropuerto con el nombre del líder nacionalista que hizo posible la neutralidad estatal en el culto, Kemal Ataturk, es víctima de un fatal atentado que prende las alertas en varios puntos de Occidente.

Los siete atentados que se han producido en los últimos meses en Turquía provienen, por una parte, del grupo militante kurdo TAK, y por otra, de EI (Daesh). No obstante, en este momento se presenta una gran dificultad debido a que ningún grupo se ha atribuido el atentado a la terminal aérea. Las características, modalidad del ataque y blanco del mismo indican que el protagonista es EI, pero no se ha pronunciado al respecto. Esto no es casualidad ni descuido de EI, por el contrario, es totalmente intencionado debido a que los ataques siembran la duda y la discordia y aumentan la brecha entre kurdos y turcos.

La bomba de tiempo que era Irak para Turquía ya estalló y sus efectos son irreversibles. Ahora falta ver hacia dónde se inclinarán los turcos para hacerle frente al terrorismo y solucionar la crisis de inestabilidad que atraviesan. No bastará con pensar si la integración europea sigue siendo una opción.

Domingo, 10 de Julio de 2016
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