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La desgracia de la locura

“Llamen un Presidente” podría ser la voz desesperada del pueblo venezolano.

En una oportunidad me contaron la siguiente historia: llegó a la sala de urgencias de un hospital un herido de gravedad, que había recibido varias puñaladas en el abdomen. El médico que lo atendió procedió a intervenirlo de manera inmediata para contener las hemorragias que por múltiples canales se presentaban. 

El facultativo controlaba una herida y estallaba otra, y después otra más, hasta que afloraron varias al tiempo en medio de una hemorragia abundante que invadía todo el cuerpo de manera dramática. En ese instante, ante la desesperación total del galeno y ante el sentimiento de impotencia que lo invadió, comenzó a gritar de manera desesperada “llamen un médico”.

Esta escena es lo más parecido que podemos encontrar para describir los momentos de desesperación, angustia y locura del presidente Maduro en Venezuela, que ha dejado estallar toda clase de problemas, hasta producir hemorragias incontrolables que estrangulan a su pueblo y lo llevan a la extinción paulatina sin que se le ocurra una sola medida sensata, coherente y afortunada, para tratar de sortear la calamitosa situación que padece. “Llamen un Presidente” podría ser la voz desesperada del pueblo venezolano

Cuando todo es inconformismo y frustración en ese país, como producto del desabastecimiento, de la inseguridad en todos los rincones del país, de la falta de atención de las necesidades básicas, de la carencia de recursos pata atender los compromisos elementales, de la corrupción rampante, del totalitarismo desmedido que todo lo acalla, entonces se acude a medidas desesperadas que pretenden causar dos efectos: golpear a los inconformes y distraer la opinión con un falso nacionalismo.

A estas alturas de la vida quiere el señor Maduro señalar a los colombianos como los culpables de todas las desgracias de Venezuela, que han estallado en sus propias manos, y vean ustedes, precisamente de un inmigrante o hijo de inmigrantes colombianos que allí llegaron en las peores condiciones hasta que su vástago se instaló en la Presidencia.

Pero lo peor del caso es la dificultad de negociar por los canales diplomáticos con un señor que no sabe qué es eso, y que su irracionalidad lo hará desbocarse por los peores caminos, así arrastre en ellos al pueblo venezolano, como en efecto lo está haciendo.

Queda por esperar la acción de los organismos internacionales, antes de que sea demasiado tarde; antes de que el daño haya causado los peores estragos.

Casi siempre observamos que en casos como este, esos organismos actúan torpemente, en donde los encargados de actuar, terminan defendiendo intereses muy particulares y allí es la razón por la cual el errático proceder termina desprestigiando el papel de esos entes, llamados a ser los guardianes del equilibrio y del orden.

Jueves, 27 de Agosto de 2015
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