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La pernicia y la sarna

Decían que a los ricos les daba alergia y a los pobres sarna. “Más viejo que la sarna”, era otro refrán muy popular.

El comer y el rascar todo es empezar, enseña el refrán español.

Decían que a los ricos les daba alergia y a los pobres sarna. “Más viejo que la sarna”, era otro refrán muy popular.

Como dicha molestia dérmica era eso, justamente, una molestia, se le tomaba,  por lo tanto, como pasajera. A una persona que de pronto se le antojaba cansar a la gente, fastidiarla insistentemente, la llamaban sarna; en la provincia de Ocaña tales individuos se conocen como “sangripesados”, que vienen a ser los “caspas” o “casposos” en todo el país (ejemplo: Nicolás Maduro es una “caspa”).  

Y, finalmente dentro de este prólogo, dicho prurito se calificaba de algo no grave, nada digno de prestarle atención, cosas de personas  sin oficio ni beneficio, en una palabra, vagas.

Por los años 50 del siglo XX hubo escaramuzas entre pandillas liberales y conservadoras dedicadas a atacar a los pueblos que no eran de su partido; incendiaban, asesinaban esporádicamente, y desafiaban a la fuerza pública. Ello recibió, en Norte de Santander, el remoquete de  “la pernicia” pues para el Gobierno no revestía seriedad, una confrontación de ejércitos o de cuerpos bien armados y estructurados.

Cabalmente así se entendió hace cincuenta años a las Farc, como una sarna, una pernicia, un sarpullido, una urticaria, una erisipela, pero resulta que se volvió roncha, llaga, y después cáncer.

Todos los gobiernos, incluido el de Álvaro Uribe que más las combatió y estuvo a punto de aniquilarlas, trataron a las Farc como una sarna, y ahora las mismas lo que no devoran lo debilitan o amedrantan y no hay duda que triunfaron. Debilitan la Iglesia y devoran la Constitución Política, las cortes, la Fiscalía General y la justicia en general, las Fuerzas Armadas y la Policía, el agro, la seguridad nacional y los medios de comunicación, y a todos nos tienen amedrantados con el impúdico amparo de Juan Manuel Santos, el que nos dejó boquiabiertos el mismo día de su posesión a los colombianos que le votamos su presidencia, al renegar de cuanto su mentor Álvaro Uribe le había dejado. Uribe nos había asegurado que votando por Santos continuaríamos por los buenos senderos trazados por él. (A mí me duele más el engaño por cuanto nunca voté por Uribe y si lo vine a hacer por Santos, como para enmendar la plana, como en un acto de reparación con Uribe. ¡Qué oso!, como dicen los muchachos de hoy ¡Y qué arrepentimient
o! ). ¡Pero es que ni el mismo Uribe – con todo y ser un zorro político-  olió quién era Juanpa!

¡Ahora, a aguantar! ¿Quién nos mandó a ser pendejos?

Jueves, 2 de Junio de 2016
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