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La Tormenta Perfecta II
No demorará el Gobierno en recetarnos, en noviembre y diciembre, otra emergencia económica, que será la quinta.
Miércoles, 4 de Mayo de 2016

Las tormentas se caracterizan por la conformación de dos masas de aire. Una fría, algo así como la negra nube centralista conformada en Bogotá,  y otra masa de aire caliente, como las nubes calentanas cucuteñas, con exclusión, desigualdad, el desempleo, la inseguridad, la ausencia del   Estado, la corrupción, la negación de los controles y la soberbia de la clase dirigente. Cuando esas dos masas de aire se rozan y se juntan, ese choque térmico produce movimientos ascendentes y descendentes simultáneamente, y se manifiestan con ruidos horrorosos y centellas luminosas enceguecedoras, que nos llevan a implorar, como lo hacían nuestros viejos: ¡“Santo Dios, Santo Fuerte, Santo inmortal, líbranos de todo mal”!

Algo así como en la Novela de Sebastián Jünger, llevada al cine por Wolfang Peterson, que vimos  a comienzos de siglo, llamada la ‘Tormenta Perfecta’.

Todo se está juntando. Volvió a renacer el secuestro que creíamos erradicado del todo. Ocaña está golpeada por este delito y la extorsión regresó y se propaga al cuadrado. El Catatumbo convulsiona con los delitos anteriores y se agrega el aumento del narcocultivo, el incumplimiento de lo pactado con los campesinos y el indetenible crecimiento de las bandas criminales. Occidente tiene una paz intranquila y se refugia en su añorado café aumentando la producción como una luz de esperanza en la debacle. Cúcuta marchita, como en la madre de la novela de Curzio Malaparte,   se debate en el olvido de los podres centrales que se niegan a reconocer nuestras miserias. La exclusión, el desempleo, la desigualdad, la desnutrición crecen a la misma velocidad que se degrada injustamente la dignidad del pueblo Venezolano. Esta razón increíblemente, más nos hermana. Cuando América Latina es indiferente con ellos, nosotros nos hermanamos en la pobreza y en un conformismo indignante, en un sopor irrespirable. No somos de nadie,
porque el Gobierno de Colombia nos repudia.

No demorará el Gobierno en recetarnos, en noviembre y diciembre, otra emergencia económica, que será la quinta, que será como una “cataplasma” temporal. “Cataplasma” dice la RAE, es una sustancia medicamentosa, de pasta blanda, de muchas hierbas, con fines calmantes y curativos”. En otros términos, en diciembre nos formulará el  Gobierno de la paz, una quinta cataplasma. Solo que ni el médico que la formula y esta región enferma, sabe utilizarla. Si uno y otra entendieran que ella se contiene en el Artículo 215 de la Constitución Política que esa fórmula sí contiene el poder curativo total, haría mucho rato estaríamos curados. Lo grave es que a pesar de las cuatro experiencias pasadas, aún no hemos aprendido a prepararnos para la quinta.

Una tormenta perfecta puede destruir o averiar el establecimiento. Una tormenta perfecta es una revolución en sentido político. Y una revolución es la sustitución de un sistema por otro absolutamente diferente. Y ellas comienzan con un simple “ventarrón”, como dicen los campesinos en Gramalote y Lourdes. Dios quiera que todo se quede en una simple brisa de inconformismo, a pesar del hambre de nuestra gente marginada en invasiones y tugurios.

Debe saber nuestro querido presidente, que solo para subsidios para calmar la sed, tenemos un déficit de cinco mil millones de pesos. ¿Les subimos las tarifas a los pobres y excluidos desiguales? ¿Producimos la tormenta perfecta?

Adenda: ¡Bienvenido a Cúcuta, señor presidente!

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