Ahora que está abierto el debate robre revocatorias a muchos alcaldes del país, por los inconformismos que se presentan en los sectores de opinión, el historiador Juan Carlos Flórez, quien es concejal de Bogotá hace mas de 10 años, ha dado una interesante entrevista en donde analiza este fenómeno y la verdad me ha sorprendido su capacidad de análisis sobre lo que encierra el tema para los mandatarios y los ciudadanos que éstos representan.
Los alcaldes quieren hacer muchas cosas, pero a veces no cuentan con la capacidad para ejecutar sus programas, o en otros casos hacen las tareas, pero no saben comunicar a sus gobernados las acciones desplegadas y los progresos obtenidos.
El enlace de los términos acción y comunicación, resulta esencial a la hora de mantener unos ciudadanos satisfechos con el trabajo de sus gobernantes. El doctor Flórez llama “llenar la mente” . Cuando esa mente tiene vacíos, presenta dudas y acumula incertidumbres, el ciudadano comienza a desconfiar y esa vacilación la convierte en escepticismo y lo lleva a la frustración, y desde luego, a la protesta.
El líder tiene que contar con la suficiente capacidad, de tal manera que le permita identificar las preocupaciones y anhelos de sus ciudadanos, para que sus energías se puedan dirigir a la satisfacción de esas aspiraciones en la prioridad de los requerimientos; desde luego con responsabilidad y sin caer en la trampa del populismo que resulta ser desastroso a la hora de medir los resultados finales.
Nos conmueven positivamente los altos índices de popularidad de algunos alcaldes, pues ello quiere decir que el ciudadano está satisfecho con la acción de gobierno y que sus preocupaciones se encuentran bien atendidas; pero nos alarman los bajos índices de aceptación de otros, pues ello es una señal inequívoca que de muchas cosas andan mal y de que la confianza ciudadana se está perdiendo, y con ella las aspiraciones de un mejor futuro.
Los mandatarios tienen que dejar a un lado la arrogancia y el orgullo y encontrar la sencillez y el sentido común que les permita un trabajo integral, de alto valor agregado, y armónico con los habitantes que gobiernan. Si eso no es posible, el fracaso no se hace esperar.
