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Los maricas en el país del Divino Niño

Nadie dijo que sería fácil para la comunidad LGBTI crear un ambiente de tolerancia en nuestro país. 

Las manifestaciones que hubo sobre las supuestas cartillas del Ministerio de Educación son, desde una vista panorámica, una muy buena noticia. Lo que ocurrió fue un choque gigante entre intereses y formas de pensar que, en últimas, nos abre la oportunidad de tener una Colombia más incluyente.

Nadie dijo que sería fácil para la comunidad LGBTI crear un ambiente de tolerancia en nuestro país. Vivimos en un sistema político y social que ha sido conservador por siglos. No obstante, todos los sistemas son susceptibles al cambio, por más resistentes que estos sean. Por eso, cuando la Ministra de Educación, las Naciones Unidas y organizaciones pro LGBTI se unen para promover una educación incluyente en Colombia, algunas instituciones poderosas (las iglesias cristianas y católica) y líderes políticos reaccionan en resistencia al cambio.

Y por supuesto, la resistencia al cambio no es pacífica. Somos un país violento, ya lo sabemos. ¿Por qué nos sorprendemos y nos aterrorizamos con el lenguaje agresivo de las manifestaciones? Este es el escenario dificultoso en el que debemos trabajar. Yo no creo que la humillación pública a la que fueron sometidas la ministra Gina Parody, la exministra Cecilia Álvarez y la población gay haya sido en vano. 

Abrir el debate sobre una educación escolar en donde se les explique a los niños que hacen parte de un ambiente diverso donde conviven blancos y mestizos, creyentes y ateos o heterosexuales y homosexuales es aún más importante que el matrimonio igualitario o la adopción homoparental. Educar de esta manera es luchar contra la discriminación de raíz. 

Estudié durante 14 años en un colegio católico escolapio de Cúcuta. Estoy muy agradecido con los valores que me inculcaron basados en la vida y amor de Cristo. Sin embargo, para mí y muchos de mis compañeros, hubiera sido un lugar mucho más ameno, si con la misma rigurosidad que promovieron la igualdad entre pobres y ricos ante los ojos de Dios, hubieran promovido la igualdad entre homosexuales y heterosexuales. Durante mucho tiempo me sentí avergonzado y excluido, y es una sensación que no le deseo a nadie.

Cuando una sociedad no promueve que sus ciudadanos puedan crecer y ser en un ambiente de libertad e inclusión, estamos frenando su creatividad. Y no olvidemos, que la creatividad es la clave de la innovación y el emprendimiento. La población gay en el mundo es aproximadamente de un 10%, es decir, cerca de 5 millones de personas en Colombia son homosexuales, ¿vale la pena frenar la creatividad y felicidad de tantos compatriotas?

En conclusión, quiero invitar a todos los miembros de la comunidad LGBTI, y a quienes nos apoyan, a sentirnos optimistas ante la situación. Lo que está ocurriendo en Colombia no tiene precedentes. Nunca se había visto a un miembro del alto gobierno, abiertamente homosexual, comprometido de esta manera con una educación incluyente con las minorías sexuales. Yo creo que la historia está de nuestro lado, y aunque se vienen años de fuertes confrontaciones, estoy seguro de que si trabajamos de la forma correcta y sin caer en la tentación de una discusión violenta, conseguiremos un país tolerante, y por ende exitoso. Esto apenas comienza.

Jueves, 18 de Agosto de 2016
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