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Los negocios de la guerra
Y la guerra también es lucrativo negocio para unos cuantos, mientras impone sacrificios colectivos.
Sábado, 2 de Abril de 2016

La guerra siempre es un mal desastroso. Ese choque de violencia entre bandos contrarios tiene como finalidad el aniquilamiento recíproco. Es la beligerancia a muerte, con predominio de excesos estimulados por el odio. Hasta las guerras  de liberación, que se oponen a sistemas de opresión, están afectadas por la pasión de aplastar, a como de lugar, al contendor. Se pierde entonces toda noción de consideración o de benignidad.

Y la guerra también es lucrativo negocio para unos cuantos, mientras impone sacrificios  colectivos. Deja utilidades a los fabricantes y comercializadores de armas. Beneficia a los proveedores de productos esenciales para el sostenimiento de los combatientes. Genera dividendos a la cúpula de los vencedores a los que no les importa la ruina en que quedan las víctimas.

La guerra que se padece sin pausa en Colombia desde hace medio siglo le ha dejado cuantiosos dividendos a los que la estimulan. Mandos militares de todos los pelambres y sus aliados se han lucrado. El desplazamiento de campesinos se convirtió en fortuna para unos cuantos que se adueñaron de las tierras arrebatadas a sus legítimos propietarios.

Empresarios feudales siguieron engordando latifundios. Los bienes que por extinción de dominio pasaron al Estado se acuñaron después como botín de particulares mediante decisión de  burócratas oficiales a quienes les fue confiada su administración.

En ese mismo río revuelto del conflicto pescaron narcotraficantes, políticos y gamonales que se aliaron con grupos armados irregulares, además de  miembros de la Fuerza Pública del Estado en complicidad con delincuentes contrainsurgentes.

El balance de la guerra que asfixia a Colombia es abrumadoramente negativo desde donde se mire. El asesinato de valiosos dirigentes y  de otros tantos ciudadanos indefensos se impuso como práctica corriente. El secuestro, la extorsión, la desaparición forzada, el desplazamiento, son otros eslabones de esa cadena criminal, que al mismo tiempo es fuente de enriquecimiento para los que la explotan.
Los mismos  que lideran la oposición a las negociaciones de paz que ponga fin a este desmadre abrumador de violencias.

No es fácil salir de este  infierno, pero por  la misma gravedad que ha alcanzado se impone persistir en la acción de apagarlo en forma total. Renunciar a esta posibilidad es dejar el campo libre a los traficantes de la guerra. Y no es justo seguir pagando ese alto precio de sacrificios y frustraciones.

El Centro Nacional de Memoria Histórica hace esta reflexión:

“Matar, desterrar, secuestrar, violar y en todo caso, aterrorizar a los civiles no ha sido un accidente del conflicto, ni un daño colateral imprevisto. Ha sido parte de las estrategias de los grupos en su competencia por controlar los territorios, las actividades económicas que allí se desarrollan o ganar una ventaja en la guerra”.

Es  el manejo del horror con fines lucrativos.

Puntada

La aceptación del Eln de buscar un acuerdo de paz con el Gobierno del presidente Santos, debe estar acompañada de una sincera voluntad política de hacerlo con transparencia y sin travesuras perniciosas.

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