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¿Los partidos son un anacronismo?
Miércoles, 8 de Abril de 2015

¿Los partidos son un anacronismo?

Ya el pensamiento de Maurice Duverger y su tipología sistemática de los partidos y el de Norberto Bobbio del poder y la ideología de los mismos, parecieran descartados. Ya los textos políticos de Chevalier y la Teoría Política tan extensa de Sabine, no apasiona a los muchachos en la universidad.   

Los tiempos han cambiado.

Inclusive los de nuestra generación, ya en la universidad pensábamos diferente. No había matrícula o nosotros mismos la borrábamos.

Aparentemente era inconcebible un conservador militando en el frente unido de Camilo Torres Restrepo, pero habíamos. Y superados los ciclos de inconformidad, asumimos los vientos reformadores que venían con el tiempo. Hoy todo sigue igual pero distinto, como os enseñó Filiberto Botero..

Hará una semana, realizamos una charla de amigos para explicar la razón de protesta y de reformas de “Podemos”, la nueva ola española del inconformismo incubada en la Facultad de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid y el profe Monedero y sus secuaces.

La misma ola que impactó en Grecia y que antes logro curules en el parlamento Europeo. Obviamente todo es distinto según los entornos continentales. Pero lo de moda es ser inconformista. Inconformista es un término que no han comprendido los cucuteños, pero lo entenderán cuando haya conciencia para destruir las medianías.

Hará una semana, confidencialmente Josep Ramoneda por la red, nos ilustró desde Madrid definiendo los partidos del momento como “partidos- acontecimiento”, de liderazgo mediático fuerte, que se han adaptado rápidamente al principio de que la comunicación es lo que importa.

Y eso es lo que nos está orientando ahora en Colombia. Nadie desconoce, equivocado o no, la línea fuete del Centro Democrático, o la fortaleza inconmensurablemente mediática del presidente Santos, ni la vocinglería ortodoxa del procurador Ordóñez, ni el narcicismo pañoso del fiscal Montealegre.

Todos juntos apoyados con su barra mediática y las redes trinando y susurrando maldades.

Y hay trasfondo común en el discurso, por el ropaje ideológico de un discurso económico por la administración de las cosas, una utopía marxista al decir de Ramoneda, que hoy proclamamos como el gobierno de los expertos.

Una tesis que comparto y es antipática cuando se la enseñamos a los muchachos que estudian Gerencia Pública, diciéndoles que sean “elitistas, es decir que cuando conformen equipos en la administración pública, sea con los mejores en conocimientos, y no con los que más votos ayuden comprar en las barriadas pobres.

El otro día, el doctor Alejandro Gaviria, mejor columnista que Ministro, nos preguntaba ¿qué tienen en común los estudiantes colombianos, los ocupantes de Wall Street, los indignados españoles o los griegos? Más allá de las apariencias y de la retórica antisistema, el descontento es la crisis del Estado de bienestar, como aquí en Colombia que consagra tantos derechos imposibles de cumplir, que subsidia todo y que hay que volver a reducir por segunda vez, porque volvió la ineficiencia.

Bueno, eso en el escenario donde la gente piensa y se rebela. Lo preocupante es padecer uno como el de aquí, en la región y en Cúcuta, donde no hay inconformismo, pues se asentó la resignación al conformismo, a lo mínimo, a la corrupción para aparentar confort, para tapar la pobreza y no se piensa. Donde, probablemente, la gente volverá a vender su voto y su futuro.

Adenda: Muchas cosas buenas están sucediendo en Cúcuta. Por ejemplo, ya se vende gasolina en “pimpinas” en la avenida libertadores y se reducen las calzadas desde la redoma Arnulfo Briceño hasta el Aeropuerto. Se cumple el dístico de Morita, “¡Para volver a ser ciudad!”.

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