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Los vientos de agosto

Son suaves, serenos, bonachones. Y no podía ser de otra manera pues son los speciales para las cometas.

Soplan vientos. Vientos de agosto. Que son distintos de los otros vientos. Los de abril, por ejemplo, vienen con lloviznas.

Los de junio llegan huracanados y en ocasiones causan estragos.

En cambio, los de agosto, son suaves, serenos, bonachones. Y no podía ser de otra manera pues son los vientos especiales para las cometas.

Los vientos de agosto no fallan. Y tienen la ventaja de que llegan en agosto, ni antes, ni después. Muy diferentes a las fiestas de Cúcuta, que son julianas, pero se celebran en agosto. Debe ser que en la alcaldía manejan otros calendarios.

Los vientos de agosto son pícaros. A las muchachas que salen a la calle no con yines rotos como es la moda, sino con alguna falda coqueta, el viento las sigue y las sigue, hasta que logra levantarles la falda para verles los muslos y para gozar con el pudor de algunas, que enrojecen de la vergüenza.

Algunas, digo. Otras, ni se inmutan. “Que miren –dirán-  que para eso Dios nos hizo las piernas bonitas. Para exhibirlas”.

Los vientos de agosto se suben a las colinas, a las terrazas, al cerro de Cristo Rey, a la espera de los niños que llevan cometas de colores y de colas largas. En las alturas, el viento juguetea, corre, se detiene, se esconde, desaparece y vuelve a aparecer.

Y niños y grandes gozan con sus cometas, que se acaballan sobre una ola de viento y navegan suavecito y se lanzan en picada y se levantan, orientadas por el sol.

Los vientos de agosto son juguetones. Son alegres. Dejan salir el niño que llevan por dentro, y hacen de este mes un mes inolvidable, para recordar toda la vida.

Y no sólo en Cúcuta.  En todo el mundo, agosto es esperado con sus vientos, en las playas, en los sitios de veraneo, allá donde el calor sofoca por estos días, en los sitios de recreación, a lo largo y ancho del planeta. De enero a julio las gentes anhelan que llegue  agosto con sus vientos para que les refresque los días y les suavice las noches.

Cuando agosto se marcha, quedan suspiros de nostalgia y de añoranza, porque sólo dentro de un año volverá este mes sabroso, refrescante, risueño, picarón y entrometido.

Pero cada agosto es igual y es distinto a los otros agostos. Este año, por ejemplo, los vientos de agosto en Cúcuta nos traen nuevo obispo.  

Se cansó de estar entre nosotros Julio César Vidal Ortiz, renunció, y el Papa Francisco le cogió la caña y de inmediato nombró a Víctor Ochoa Cadavid, quien se posesiona en estos días. Bienvenido sea.

Y a monseñor Julio César, muchas gracias por su buena compañía, y que los buenos vientos lo sigan acompañando en sus cuarteles de verano.

Este agosto, por fortuna o desfortuna, es un mes de mucha actividad electoral. Se avecinan las elecciones y los candidatos andan en puja contante y sonante, en busca de una curul o un buen cargo.  Los vientos de este agosto nos traerán, pues, más contaminación visual con carteles y vallas y afiches, y más contaminación auditiva con los perifoneos que saturan las calles.

Dentro de poco escucharemos las alegres y novedosas propagandas de los altoparlantes: Vote por fulanito, el candidato de las mayorías, limones a cien la docena, menganejo es la solución, aguacates criollos de a tres por mil, con perencejo a la victoria, piña para la niña, mora para la señora, lulo para todos. ¡Bendita seas, democracia, aunque mal pagues!

 

Martes, 11 de Agosto de 2015
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