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Pataleos de ahogado

Y está aceptado que “nadie es culpable mientras no sea vencido en juicio”.

La presunción de inocencia es un principio de derecho universal. Y está aceptado que “nadie es culpable mientras no sea vencido en juicio”, siempre y cuando, además, este se cumpla con sujeción al debido proceso.

Pero esa garantía no puede convertirse en sombrilla para eludir la justicia o beneficiarse con la impunidad.

Son muchos los acusados de actos presuntamente punibles o contrarios a la ley que se declaran víctimas de ‘montajes’ o de persecuciones a pesar de las pruebas que ponen en evidencia sus desvíos.

Llegan hasta recusar a  quienes  son sus jueces para restarles autoridad y deslegitimarlos cuando no pueden sobornarlos.

En la historia reciente de Colombia hay casos de ‘buenos muchachos’ que no pudieron demostrar su inocencia  a pesar del pataleo mediático montado como recurso de distracción.

También se mueven, claro está,  los expedientes de los falsos testigos especializados en acusaciones de dolosa perversión, con la intención de provocar  daño a personas que no son de sus afectos y no se avienen a sus intereses.

Los del pataleo de ahogado están acostumbrados a tirar la piedra y esconder la mano. Alineados  del lado de la corrupción, no le temen a nada y manejan sus asuntos bajo la presión del abuso del poder, el tráfico del dinero, los privilegios de clase y las trampas.

Se enfurecen, eso sí, cuando son descubiertos con las manos en la masa. Menosprecian la advertencia según la cual, “si no quieres que se sepa, no lo hagas”.

No pocos servidores públicos, desde sus altos cargos, embriagados de corrupción y de poder, son recurrentes en la comisión de actos deshonrosos. Se dejan tentar por el enriquecimiento ilícito y todas las formas de violación de la ley. No les importa su buen nombre, ni el respeto. Atropellan y son de la creencia de que todo se arregla con plata,  “porque cada quien tiene un precio”.

Cuando la ética no cuenta, cuando la decencia incomoda, cuando lo que importa es imponerse al precio que sea, arrasando derechos y valores fundamentales, se aplica la regla del “todo vale”, el principio maquiavélico de que “el fin justifica los medios” o el proverbio  de que “Todo vale poco y el resto vale menos”.

En la lucha contra la corrupción no cabe la compasión. Quien incurra en conducta condenable debe  pagar sus culpas sin distinción de género. O recomponer su postura. A lo cual son ajenos los impenitentes defraudadores de lo público.

Puntada

En Cúcuta también están los que degradaron instituciones confiadas a su manejo. Y a pesar de todas las evidencias acuden al pataleo del ahogado para posar de inocentes o de víctimas de ‘acusadores obsesivos’, que es una forma de gambeta de los corruptos.

Sábado, 1 de Agosto de 2015
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