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Rastros buenos
Acumular sólo gratitud libera, acrecienta el deseo de ser cada día mejor, se torna en una actitud afortunada para realizar los sueños.
Domingo, 16 de Julio de 2017

A veces uno quisiera haber coincidido con el destino de algunas personas, para tener la oportunidad de compartir más; pero, con ello, dejaría sin piso la libertad de cada quien, su cordura, su criterio y, en especial, su personalidad. 

Lo posible es llevar lo bueno de cada uno en las alas, asidas al vuelo de la corriente del tiempo, para dejar al recuerdo que se nutra de tantas cosas bonitas. Y si ellos, en correspondiente viceversa, nos alojan en su corazón, vaya o venga el momento, crezca o decrezca la distancia, la nostalgia convocará reminiscencias maravillosas.

Entonces se siente uno valioso, porque ha recibido los reflejos de sentimientos entrañables, semillas para cultivar en el espíritu y condonar las fallas de uno y otro lado, inevitables por la indeclinable circunstancia de poseer fisuras por donde se escapa la bondad del alma.

Lo malo se deja en la calle, o se tira en la ruta de la mudanza, porque uno no puede edificar fantasías si permite que la basura se esconda en su intimidad, si no propicia esa especie de vergonzosa depuración que lo haga digno. 

Así se hayan derivado los caminos de todos, en la senda del viento se saludan de lejos, en una siembra bondadosa de amistad: en el horizonte uno ve los rastros que ha dejado la gente, su historia, su época e, inevitablemente, hace el paralelo con el propio. 

Acumular sólo gratitud libera, acrecienta el deseo de ser cada día mejor, se torna en una actitud afortunada para realizar los sueños.

(Qué tal si no: no tendrían mis amigos de quien burlarse en mamadera de gallo cucuteña y darse codazos por mi romanticismo o mi filosofía, o mi estudio autodidacta del inglés; y, yo, no me haría el que no se da cuenta). 

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