La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile

Redes de cristal

Es bueno idealizar porque, al superar las distancias vacías de lo objetivo, uno se nutre del resplandor del universo. Entonces se percibe que el sentido de la vida es otro, que es necesario conquistar espacios y tiempos grandes, paralelos al tamaño de la propia esperanza, mirando de soslayo la misión de sobrevivir sólo de manera remanente.

Es como integrarse a la ruta de los pájaros, para aferrarse a los sueños y sentirse superior a la piel, avanzar hacia el faro de luz donde se halla el reposo del corazón, sentarse a la vera del camino celeste a mirar de lejos las cadenas. 

Lo que tarde en ocurrir ese éxito es proporcional al cultivo de la intelectualidad, al control personal que se dé a la existencia: apenas deja uno de ser superfluo, se conmueven los sentimientos y se abren las válvulas de emociones distintas, hasta confundirse con la sensación de libertad que gira en torno a la sabiduría.  

Evidentemente, el proceso implica renunciar a cosas y personas, aquilatar una soledad de la buena, transformar la mente y el espíritu, dejar de ser un pobre instrumento mortal, vestirse de los colores de la vida e ir, apetecido de ilusiones, hacia el horizonte.

El estudio invita a arar los surcos de esperanza que se abren dadivosos, que van madurando alrededor de un inmenso centro de gravedad, el alma, y retoñan en una cosecha de intuiciones nuevas, frescas, un poco más ingenuas, para acometer los días con la solidez intelectual suficiente.

Es vislumbrar un firmamento de dimensiones maravillosas, inspiradoras, que se rige por el ascenso a la plenitud y se despoja de la ociosa costumbre de imitar las rutinas sociales que disfrazan la felicidad. En esa galería de estrellas los sabios maestros aplauden el atisbo del primer paso de coraje en las ideas: se tejen redes de cristal para consolar al ser humano.

Domingo, 28 de Mayo de 2017
Premium-home
Patrocinado por:
Logo Empresas
Temas del Día