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Tengo mucho miedo
La decisión mayoritaria por el No es imposible de explicar en los foros internacionales.
Viernes, 14 de Octubre de 2016

Sí señor. Como muchos colombianos tengo el temor de que regrese el horror de la violencia, que este país soportó por espacio de sesenta años, sin que nadie hubiera podido espantarlo de nuestra terrible realidad, aquella que empezó cuando algunos de cuyo nombre no quiero acordarme decidieron embarcar al país en una época de horror, de muerte y de violencia.  

Pero como los colombianos tenemos el defecto de ignorar la historia y de hacer caso omiso a las lecciones que nos suministra el pasado, entonces nos embarcamos en la estupidez y suministramos tribuna a quienes buscan pescar en río revuelto y obtener ganancia de pescadores, sin pensar en las gravísimas consecuencias de nuestros errores. Esa tradicional estolidez la repetimos en la reciente votación por el plebiscito, que fue derrotado por escaso margen pero que dio campo para que fuéramos considerados como una nación que no quiere la paz y si desea la guerra. 

La decisión mayoritaria por el No es imposible de explicar en los foros internacionales y entre los estudiosos de la política. Pero tiene explicaciones que no clarifican las motivaciones de un grupo de personas que optó por la negativa en momentos en que el país necesitaba unificarse para sacar a sus gentes de una situación que nos había colocado como montonera de sujetos enemigos de la paz. Pero aquí, como lo he dicho varias veces, con mucho dolor de corazón, todo es posible. Hasta lo más absurdo. Y eso ocurrió. 

Afortunadamente, los suecos nos ayudaron a tratar de salir del problema. Y concedieron el premio Nobel de Paz al presidente Juan Manuel Santos, quien recibió así nuevo apoyo para una idea que le costó muchos dolores de cabeza pero también representó un gran logro, el mayor galardón que se concede a quienes trabajan en favor de la humanidad. Sin embargo, el camino sigue lleno de espinas, sobre todo porque no se ha concretado la fórmula final que permita acabar definitivamente con la confrontación armada con la guerrilla. Como era obvio, se impusieron las ideas del general Santander y se programó nueva serie de deliberaciones para buscar la cuadratura del círculo. 

No es fácil encontrar un nuevo camino para deponer las armas, aunque la guerrilla, como cosa rara, se ha mostrado accesible, sin adoptar posiciones intransigentes. Ha aceptado negociar de nuevo aunque se sabe que el uribismo, el autor del tropiezo del plebiscito, gracias a maniobras poco santas, confesadas por uno de sus organizadores, desea meter en la cárcel a toda la cúpula de las Farc, idea imposible de llevar a cabo. Como si fuera poco las dificultades con el senador Uribe Vélez, cuyo real objetivo es regresar a la Presidencia, las nuevas discusiones sobre el acuerdo de paz necesitan la aprobación de los evangélicos, un sector religioso que se ha convertido en partido político, y de las huestes del exprocurador, amalgama de extrema derecha que tiene como faro las ideas católicas. Será como revolver el agua y el aceite. 

En fin: la tarea no es fácil. Será una prueba dura para el liderazgo de Santos y para el sancocho ideológico que votó en contra del plebiscito Que Dios nos tenga de su mano. GPT.

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