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Una voz que se silencia

Miguel Camacho fue una voz de prestancia, nutrida  de saberes en el campo de su especialidad.

Arturo Camacho Ramírez fue uno de los poetas del grupo ´Piedra y cielo´ de acendrado esplendor. Recio y de encantadora fluidez, su obra es inmarcesible. Una muestra de ese formidable caudal lírico es su soneto ‘Nada es mayor que tú’:

(“Nada es mayor que tú, solo la rosa
tiene tu edad suspensa, ilimitada;
eres la primavera deseada, 
sin ser la primavera ni la rosa.
Vago espejo de amor donde la rosa
inaugura su forma deseada,
absorta, inmersa, pura, ilimitada,
Imagen sí, pero sin ser la rosa.
Bajo tu piel de rosa en primavera,
luz girante, tu sangre silenciosa
despliega su escarlata arborecida.
Nada es mayor que tú, rosa y no rosa,
primavera sin ser la primavera:
arpegio en la garganta de la vida”.)

Es la belleza plasmada con la palabra, mediante el armonioso testimonio de vivencias sucesivas.

Fue heredero de esa estirpe Miguel Camacho, hijo del poeta, quien siguió tras esas huellas y las recreó en otra vertiente, con el mismo aire primaveral, la misma clave de ensoñación existencial.

En alas de la música Miguel Camacho desentraña el mundo y lo lleva a la comprensión de todos. Sus programas en la radio cumplen esa función de ponerle a la vida el complemento de la armonía, que lleva a la asimilación de realidades y fantasías.

Miguel Camacho fue una voz de prestancia, nutrida  de saberes en el campo de su especialidad. Deleitó a sus oyentes poniendo al alcance de ellos un variado repertorio de creaciones musicales. 

En la Radio Nacional de Colombia y en otras emisoras que son tribunas de la cultura, Miguel Camacho enseñó a entender y querer la música. Todo lo hizo con el rigor y la seriedad del conocimiento.

La muerte de este comunicador es una resta que deja espacios vacíos. Pero, desde luego, su legado debe seguir vigente, como un activo cultural consolidado, útil para Colombia.

Puntada

Todos los días estalla en Colombia un escándalo por actos de corrupción  de los cuales son actores  los más encopetados servidores públicos. Son ellos, los llamados honorables delincuentes o delincuentes de cuello blanco. Incurren en actos punibles con toda desfachatez, en la creencia de que no les pasará nada, y en muchos casos es así. Es un problema devastador que no se puede seguir consintiendo. Son altos los niveles de degradación que ello genera. Peor que el mismo conflicto armado.  Y no es correctivo rasgarse las vestiduras después de consumados los asaltos. Hay que prevenir y, además, actuar en caliente, a fin de meter en cintura a los delincuentes y evitar la repetición de sus fechorías. Es una batalla que hay que ganar, como la de la paz.

Sábado, 22 de Julio de 2017
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