La escasez de agua potable en la ciudad la semana pasada, ocasionó graves problemas sanitarios y obligó a añorar costumbres que se perdieron hace más de veinte años, y de paso, permitió reconocer la solidaridad que se creía olvidada.
El accidente de tránsito y la contaminación de las aguas del río Algodonal, provocaron muchos inconvenientes, como bañarse solo las partes íntimas y acudir a los pañitos húmedos, o ahuyentar los malos olores corporales con perfumes, como si hubiésemos olvidado que fuimos colonizados por los españoles, y creer que nuestra madre patria es Francia.
A otros, menos afortunados, que no contaron con ninguno de dichos recursos, les tocó utilizar los solares para enterrar los residuos sólidos digestivos y tapar los huecos, como han enseñado siempre los gatos.
Las demostraciones de la racionalización, con los líquidos sobrantes, se aprovechó para regar las plantas de los jardines y huertas, y de paso fertilizarlas con urea.
Los previsivos y privilegiados que tienen en sus viviendas tanques aéreos, compartieron agua con vecinos y familiares, y casi todos debieron privarse de los refrescantes baños con ducha y volver, como hace muchos años, a echar mano a las totumas, para extraer de las vasijas el agua fría y rociarla sobre sus cuerpos.
Increíble el comportamiento de los paisanos, que con tolerancia y civismo soportaron la crisis. Las visitas de los carrotanques a los distintos barrios se realizó en orden y los ávidos habitantes, con baldes, peroles y otros recipientes, esperaron su turno con paciencia.
La fase más crítica ocurrió durante el sábado y domingo , cuando la escasez de agua llegó a su máxima expresión. La única opción era trasladarse a las riberas del Algodonal , antes o después del sitio del volcamiento del camión cisterna.
Familias enteras se bañaban en las superficiales aguas del otrora caudaloso río. El humo se elevaba de los fogones donde cocinaban los sancochos y las cercas y ramas fueron utilizadas como cuerdas para secar la ropa recién lavada.
Verdaderos desfiles de motos y carros con pimpinas, no de gasolina, sino del vital producto, se observaron durante el fin de semana.
Los difíciles cinco días que soportaron los Ocañeros, de todas maneras sirvieron para reconocer los pecados cometidos contra el agua en los detestables carnavales, y la gente comenzó a tomar conciencia de los tiempos duros que se avecinan en materia hídrica, que seguramente serán peores que los vividos.
¿Cuántos humedales, pozos, riachuelos, que desaparecieron como por arte de magia, hubieran servido para recoger agua y mitigar la escasez de la semana pasada? .
Si en varias oportunidades se ha criticado las equivocaciones del alcalde Jesús Antonio Sánchez Clavijo, en ésta hay que reconocer el liderazgo que le imprimió a la solución de la crisis, y también hay que trasladarle a los nueve candidatos que intentan remplazarlo la enorme preocupación que nos ronda por el incierto , o pesimista fututo de los ríos que abastecen a nuestros acueductos, el Tejo y El Algodonal, que cada año que transcurre disminuyen sus caudales y sus cauces se transforman en pedregales.
Todavía estamos a tiempo para pensar en un megaproyecto que se inicie en el Cerro La María, Ábrego, que incluya frenar la ganadería extensiva, la minería , la tala de árboles, y un programa educativo dirigido a los campesinos, a los ciudadanos del Bello Valle, y por supuesto a los ocañeros.
Si no reaccionamos, en poco tiempo no tendremos agua ni para bañarnos con totuma.