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¿Y quién responde?

Todos sus escritos son magistrales y el último de ellos, publicado en este puente de Reyes, nos puso a temblar.

El colega y amigo Juan Gossain dio demostración adicional de su inteligencia privilegiada: dejó la radio, donde ganaba buen dinero, para hacer lo que le ordenaba su corazón: volverse escritor. Y le ha ido muy bien.

Todos sus escritos son magistrales y el último de ellos, publicado en este puente de Reyes, nos puso a temblar.

Estamos al borde de un apagón causado no por el fenómeno de El NIño ni por el inclemente verano sino por los errores de nuestros imprudentes burócratas, a quienes los mueve algún raro interés, que según sospecho se llama dinero.

Para no cometer el pecado de acusar sin pruebas, me limito a señalar lo ocurrido con las termoeléctricas, que se quedaron sin combustible para su funcionamiento por un pequeñísimo error: el gas necesario para sus máquinas fue vendido a Venezuela, a pesar de las advertencias de algunos técnicos que señalaron el peligro de que nos quedáramos en la mitad del charco.

Y eso pasó: vendimos el gas y las máquinas se pararon.

Ahora nos amenaza un apagón como el que nos dejó a oscuras en el gobierno de César Gaviria, cuando tuvimos que acostumbrarnos otra vez a las velas y a las lámparas de kerosene.

Si mi memoria no me falla, hasta un escándalo por el alquiler de unas barcazas tuvimos que afrontar los colombianos. Se habló de chanchullos, de comisiones y de delitos que involucraron, como cosa rara, a algunos políticos.

Los colombianos tuvimos que acostumbrarnos a cambiar los relojes y a levantar los niños una hora más temprano, para solucionar la falta de energía.

No teníamos televisión ni neveras y a muchos nos tocó conseguir las dichosas lámparas, que alcanzaron precios increíbles pues se volvieron artículos de primera necesidad.

Los famosos técnicos pensaron que en cambio de gas teníamos bastante agua para mover las plantas. Pero la naturaleza nos cobra todo, especialmente la falta de previsión y la destrucción del medio ambiente.

El resultado fue obvio: las máquinas se pararon y ahora toca buscar combustible muy lejos, nada menos que en Casanare, a centenares de kilómetros de las plantas, con el consiguiente costo para el bolsillo de los resignados consumidores, quienes tenemos que prepararnos para esculcarnos para encontrar cualquier moneda que nos sirva para pagar la cascada de impuestos que preparan Juan Manuel Santos y su ministro de hacienda, Mauricio Cárdenas, un alcabalero como no se veía  desde hacía centurias.

El absurdo torrente de tributos incluye un impuesto para los carros viejos, y más aportes para solucionar la crisis energética. Claro está que no se habla de ingresos.

Hasta ahora, salvo que se me haya olvidado leer, no he visto ni una letra que hable de incremento de las pensiones, de las cuales vivimos muchos que ya no estamos en edad de conseguir empleo.

Si se dijo que se obligará a presentar declaración de renta a quienes reciban más de determinada suma con la idea de conseguir más ingresos que tapen el inmenso hueco producido por el alza del dólar y la desaparición de los ingresos generados por el petróleo, que se cayeron como un ladrillo.

¿Quién pagará los platos rotos? Obviamente, los pobres contribuyentes a quienes nos toca remendar los huecos producidos por los errores y la imprevisión de los burócratas. Desafortunadamente, aquí no existe la responsabilidad política, que tan duro le cae en otros países a los gobernantes. En Colombia se puede meter la pata en materia grave, y se ha metido, y nadie responde. Esta es la hora que los famosos negociadores de los límites con Nicaragua se lavan las manos, como cualquier Poncio Pilatos, sin que se le ponga roja la cara de vergüenza. Y siguen pavoneándose en los cocteles, para dar la impresión de que saben mucho, en espera de que los favorezcan con otro contratico. Y lo grave es  que se lo van a dar.  

P.D. Peñalosa sigue mamándole gallo al metro. !No lo va a hacer! GPT

Viernes, 15 de Enero de 2016
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