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Ya pasó el Día del Trabajo

Ha desaparecido la fuerza laboral del servicio doméstico, el agricultor se ha reducido a una calificada minoría.

Este día ahora no es tan importante. Claro está que las cosas han cambiado. Estamos en la era de los trabajadores del conocimiento. Atrás quedaron y queda la clase del trabajador industrial que desarrolló la sociedad empresarial que es como a otra mitad, que según Drucker no cursó estudios avanzados y no puede pasar a los trabajos del conocimiento, sumada a otra fuerza laboral de contracultura, la del sector de las instituciones privadas sin ánimo de lucro, con valores distintos creando otro tipo de ciudadanía activa como en USA. 

Ha desaparecido la fuerza laboral del servicio doméstico, el agricultor se ha reducido a una calificada minoría, en ascenso, que ahora produce más y el trabajador industrial tiende a desaparecer. 

El socialismo perdió, desde que identificaron al trabajador industrial con el ascenso del proletariado, y el “manifiesto” pretendido como profecía, solo fue diagnóstico. Y el sindicalismo tan fuerte en sus inicios, que fue una fuerza política arrolladora en los países no comunistas, ya no lo es. En los 70s comenzaron a declinar en su poder, en sus porcentajes, en poder de influencia, a punto de no garantizar que los sindicatos vuelvan a papel tradicional. En estos días repasábamos con los estudiantes de la ESAP a Taylor, que desvirtuó la tesis que los trabajadores solo producían más, trabajando duro y durante más horas. Demostró el aumento de resultados con el trabajo inteligente y los aumentos y los estímulos salariales y en lugar de ampliar el número de trabajadores de cuello azul, los convirtió en la clase media y en “burgueses”. Esa fue la revolución norteamericana que luego refinó Ford. 

Así como atrás quedó la era puramente industrial y su trabajador industrial, también se rezagó el liderazgo que lo retroalimentaba; el empresarial y el sindical, con el conformismo de bienestar. Lo grave es que se propagó a los liderazgos nacionales y estatales e hizo crisis el liderazgo político y el sindical, tan fuerte y heroico hasta los cincuenta. Empezó el reino del tedio en el mundo occidental y el liderazgo se volvió difuso, fofo, sin contenidos como se dice en el mundo académico. No hay ideas, los principios y los valores se negocian, se tranzan. Ni hay carisma, ni hay programas. Eso fue lo que pasó en el último debate presidencial americano Clynton-Trump. 

En 1958 afloraba la crisis. Y cuando había carisma, no había programa, ni contenido, ni ideas fuertes. Y un carisma sin programa es ineficaz dice Drucker. 

Incluso, John F, Kennedy, internacionalmente encerró a los comunistas tras el muro de Berlín. Invadió a Cuba y nos puso al borde del desastre nuclear y fue un fiasco con la escalada de Vietnam. Mac-Arthur el más carismático, brillante y capacitado militar americano, envuelto en la más desastrosa e innecesaria derrota militar americana en Corea. O los gobernantes recientes poco comprometidos: Margaret Thatcher llegó al poder sin programa. Ya en el gobierno se inventó sus éxitos: Quebrantar el brazo estrangulador de los sindicatos, privatizar la industria, la vivienda y la educación. François Mitterrand llegó al poder con un sueño socialista y en cinco meses abandonó el sueño. Helmut Kohl fue un gobernante coyuntural solucionando el cada día, como le iba llegando. 

Y esas medianías de comportamiento, se trasmitieron al sindicalismo y así se fue muriendo, que por corrupto, como hoy; Con Lula en Brasil y Caló en Argentina, Cándido Méndez en España, Bernard Thibault en Francia, Carlos Romero en Méjico. Por eso ya no se celebra el día del trabajo con la pasión de antes. Las fuerza de trabajo, van a la par de los líderes políticos de hoy, que además no tienen partido, ni programas.

Jueves, 4 de Mayo de 2017
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