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‘Muchas veces no hay un momento ideal para tener un hijo’

A pesar de ser una médica neurofisióloga e investigadora académica, Rocío Pabón asegura que la mejor profesión de su vida es ser madre.

Para Rocío Milena Pabón Meneses el día a día se ha caracterizado por ser una lucha constante entre pasión y trabajo, un pilar fundamental en su formación que la ha llevado a ser la persona que es hoy, una médica especialista en neurofisióloga.

La investigadora, apasionada por la neurología, tiene entre sus investigaciones -en conjunto con otros profesionales- los principios y aplicaciones clínicos de la electroencefalografía y la narcolepsia. Algunos  de sus trabajos han sido publicados en revistas de España, donde vive, e impresos  internacionales y otros estudios han sido premiados por su contenido académico en el área de la salud.

Su historia comenzó en 1976 , en la puerta de entrada al Catatumbo, en el municipio de Convención, un pueblo que se ha caracterizado por su empeño y sus ganas de salir adelante, una lucha que ni la violencia del conflicto armado, ni el olvido del Estado, han logrado derrotar.

Pabón vivió allí toda su infancia y parte de su adolescencia, cursó sus estudios de primaria y se graduó de bachiller en 1992 en el colegio Guillermo Quintero Calderón. Su sueño era ser médica, pero para lograrlo debía dejar atrás su tierra y emprender nuevos rumbos.

Junto a su familia, partió a Bucaramanga, donde inició su preparación en busca de una casa de estudios que la aceptara y le diera la oportunidad de iniciar su nuevo proyecto. Tocó muchas puertas y varias de ellas se le fueron cerrando con el tiempo, pero en Bogotá, encontró el ‘sí’ que tanto anhelaba.

La universidad Juan N. Corpas apareció en su vida y llegó para quedarse por 6 años, un recorrido lleno de muchos sentimientos y, sobre todo, constancia, la misma que de a poco la hizo enamorar de su carrera.

Era una experiencia nueva, Pabón no acababa de adaptarse al cambio  cuando de un momento a otro le tocó enfrentarse a la capital del país.

“Una cosa es lo que uno piensa y otra es la realidad, viajar sola a una ciudad desconocida, donde no conoces a nadie, donde te toca vivir en una residencia de estudiantes, madrugar a las 5 de la mañana para lograr tomar el bus que te lleva a la universidad y aprovechar esas horas de recorrido para dormir, era una rutina que te aprendías de memoria, pero que hacía parte del proceso”.

Así transcurrieron sus primeros tres años, dedicada completamente a su carrera y formándose para lo que hasta el momento le llamaba más la atención, la parte práctica. Así fue como inició su vida entre los pasillos de un hospital como estudiante interna.

La universidad contaba con su propia sede, durante dos años, continúo cumpliendo sus labores de formación y viviendo en carne propia la gratificación de ayudar a las personas que los necesitaban.

En medio de su entusiasmo y labor de servir, su espíritu aventurero cada vez despertaba más,  por esta razón, su ciclo siguió en un lugar distinto, específicamente en Villeta  (Cundinamarca), donde permaneció 6 meses y  finalmente, se trasladó a Florencia (Caquetá).

“Fueron etapas que me marcaron, estar en un lugar nuevo siempre era como iniciar de cero, la experiencia en Florencia fue gratificante, estaba en un hospital de tercer nivel, donde había incluso un espacio para la neurocirugía, eras prácticamente un residente, solo eras tú y el especialista”, resaltó.

Para Rocío, lo más complicado de su último año de estudiante fue su embarazo, faltando tan solo dos meses para su graduación, dio a luz a Paola Andrea, su primera hija.

La bebé nació en el mismo hospital donde trabajaba y tan solo con quince días de reposo, retomó sus labores para integrarse de nuevo con sus compañeros.

“Es bastante duro en realidad, ya que con el embarazo te entra más cansancio, es un trabajo diario e intentaba dejarlo todo y cuando nació la bebé, el proceso fue más duro,  porque tienes que estar con ella todo el tiempo y separarte tan rápido es algo emocional que te toca bastante y más cuando es tu primer hijo”.

En Orito (Putumayo), Rocío Pabón celebró el primer Halloween con su hija, ese día ella cumplía turno en el hospital. / Foto: Cortesía.

En Orito (Putumayo), Rocío Pabón celebró el primer Halloween con su hija, ese día ella cumplía turno en el hospital. Foto: Cortesía

 

En diciembre del año 2000 se graduó y recibió su título profesional y con ayuda de su esposo, Luis Alfonso Díaz,  y junto a su bebé de tan solo seis meses,  lograron viajar a Putumayo y establecerse como una familia.

En esta ocasión, el Hospital de Orito sería la nueva casa de esta pareja, él trabajando como médico y ella, cumpliendo su año rural.  Aunque entre ellos se apoyaban mutuamente para el cuidado de la menor, los turnos eran extensos y algunas veces coincidían, por lo que optaban por contratar a chicas de la zona, aunque no era la mejor idea, ni lo que querían, era la mejor opción.

Al finalizar el año, Pabón decidió regresar a Bucaramanga, pues su objetivo era iniciar su carrera profesional como médica general.

“En la Clínica Metropolitana seguí el consejo de un amigo de convertirme en accionista y así subir las probabilidades de que me contrataran y sucedió, empecé a trabajar medio tiempo y aun así, el primer sueldo lo recibí 6 meses después, era eso o nada”.

Después de ese tiempo, gracias a una conexión interna, logró conseguir un cargo en otra entidad de salud, trabajando las dos jornadas de lunes a sábado, aunque era una entrada económica que ayudaba para su sostenimiento, Pabón confesó que lo que más me molestaba era el poco tiempo que tenía para cuidar a su hija.

“Llegabas tarde por la noche cuando en muchas ocasiones ya estaba durmiendo y por las mañanas la situación no era diferente”, resaltó.

Entre los principales sueños que compartían en común la pareja de esposos, se encontraba la de especializarse y seguir aplicando en nuevos campos de la medicina, pero faltaba lo más importante, cómo y dónde.

“El padre de un compañero de mi esposo nos comentó de la preparación que estaba haciendo su hijo en España, en donde solo homologabas el título profesional, hacías un examen y a partir de los resultados, podías especializarte y te pagaban mientras trabajabas, allí vimos una oportunidad que en su momento no la conocíamos”.

Después de una larga conversación los dos decidieron que la mejor opción era Europa y que el futuro de su familia estaba garantizado en otro continente. De esta manera se contactaron con un amigo en Bogotá que los ayudó con el proceso de homologación, el cual demoraba aproximadamente un año.

“Me facilitaron hacer el trámite con los documentos, enviarlos a España y todo el proceso para el viaje, entonces junto a mi marido decidimos aventurarnos y preparamos toda nuestra documentación”.

Al momento de recibir una respuesta, la sorpresa fue muy grande a pesar de que a su esposo le aprobaron la homologación sin problema, Rocío tenía que realizar algunos exámenes para poder obtener el certificado. La buena noticia era que podía desarrollar el proceso en España y no retrasar los planes que ya tenían estipulados.

“Vendimos todo y con los ahorros que reunimos nos fuimos, era un año de preparación y nos dedicamos exclusivamente a eso, además de sobrevivir con lo poco que teníamos, mi esposo llegaba a realzar directamente el examen para Médico Interno Residente  (MIR) y yo a mi examen de homologación”.

Siendo el 2003, viajaron y aterrizaron en Oviedo (Asturias), durante ese año Rocío logró homologar su título y su esposo, presentó la prueba y determinó continuar sus estudios en una especialización en el área maxilofacial. A raíz de esta decisión, viajan a un nuevo lugar, específicamente a Pamplona.

“Durante los meses que duramos estudiando, no teníamos ingresos y quedamos en número rojos, nuestra familia nos ayudó desde Colombia, por lo menos hasta que uno trabajara, en el caso de mi hija, ella estudiaba en un lugar donde podía dejarla parte del día y donde le brindaban alimentación, eso nos ayudó mucho, no queríamos que nada le faltara”.

Ya en la nueva ciudad, Rocío decide que sus estudios iban a continuar por su propia cuenta.  Ya no contaban con el dinero para pagar los cursos de preparación y con ayuda de libros y de su esposo,  los últimos meses permaneció en casa estudiando 8 horas diarias  y esperando obtener un buen resultado.

“Yo quedé en el puesto cinco mil, y con esa posición podía elegir entre dos opciones, médico de familia, que es lo equivalente a médico general en Colombia o Neurofisiología clínica, aunque no conocía para nada la última, decidí escoger algo diferente y  vivir la experiencia”.

En el año 2009 Rocío terminó su especialización y comenzó a trabajar en el área de urgencias en el Complejo Hospitalario de Navarra (CHN) donde a los 15 días de estar allí le ofrecieron una vacante en su área, acompañando las consultas de electromiografía y potenciales evocado, en el turno de la tarde.

La mayoría de veces, ella hacia sus consultas en compañía de Paola, quien terminaba las clases en el colegio y pasaba parte de la tarde en el consultorio acompañando a su mamá y terminando sus tareas hasta las 9 p. m., hora en que regresaban a casa en compañía de su papá, quien también terminaba turno.

Así fueron pasando los años entre la normalidad y la calma, una familia unida y que se iba adaptando a lo que era su nuevo hogar, en el 2011, la pareja toma la decisión de agrandar la familia y tener su segundo hijo, Santiago.

“Si te pones a pensar y a decir que vas a buscar el momento ideal para ser madre, no lo vas a tener. Es difícil compaginar el trabajo con los hijos, pero en ese momento te salen las fuerzas de cualquier lado y con sacrificios, logras vivir el mejor papel de todos, el de ser madre, parece épocas malas y complicadas, pero todo se queda en eso, en épocas”.

Su principal deseo es continuar actualizándose en su campo y publicar todo aquello que pueda ser de interés para sus colegas, aportar información que ayude a comprender cada vez más, las diferentes patologías a las que se enfrenta el ser humano, y que constantemente están cambiando y evolucionando e intentar dedicar tanto tiempo al trabajo como a su familia, “creo que una no debe ser más importante que la otra. Intentar un equilibrio cuando es posible”.

La destacada profesional nortesantandereana confiesa que es muy difícil compaginar el hogar con el trabajo, porque muchas veces se está más de 12 horas en prolongadas cirugías, pero a su vez, resalta que ver a sus hijos sonriendo es su mayor alegría y que junto a ellos comparte su otro trabajo y pasión, ser madre.

Aunque viven en España, la familia Diaz Pabón viaja seguido a Colombia para compartir con sus familiares. / Foto Cortesía
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Gerson Correa
Gerson Correa
Domingo, 30 de Mayo de 2021
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