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Cierre y excepciones

El estado de excepción y cerrar la frontera no servirá de mucho si el cuidado del queso se deja en manos de la GNB.

En cierto modo, el cierre fronterizo ordenado por el presidente Maduro en Táchira traerá algunos beneficios para Colombia, si logra el mandatario materializar sus planes de restablecer el orden, la paz, la tranquilidad, la justicia y una frontera verdaderamente humana”, como lo prometió la noche del viernes.

El problema es que, hacer lo que prometió, puede poner al mandatario ad portas de su salida, pues cualquier programa exitoso para restablecer la institucionalidad en Táchira pasa por hacerle una cirugía radical al verdadero poder en el otro lado del río: la omnipresente y omnisciente Guardia Nacional Bolivariana (GNB).

Meterse con ella es arriesgar el respaldo militar a un gobierno que cada día está más cerca de su derrumbe. Pero, no meterse con la GNB, es pretender que actuando en otros sectores sociales, la ilegalidad será superada.

Un ejército —porque la GNB lo es, sin duda— cuyos jefes son relacionados con cuanto delito fronterizo es posible, tiene que ser intervenido a profundidad, con el fin de curarle los males. De no hacerlo, es mantener vivo uno de los problemas más graves en materia de relaciones binacionales con Colombia.

Porque, basta revisar la historia, la GNB es factor infaltable en la gran mayoría de situaciones de tensión diplomática entre Bogotá y Caracas, y en casi todas ellas, el abuso, el atropello y la violación de normas son las características de sus acciones.

De muy altos oficiales de la GNB se dice que integran el Cartel de los soles (allá también los generales usan soles en sus charreteras), muy vinculado al narcotráfico, al contrabando de combustibles y al lavado de activos.

En realidad, establecer un estado de excepción y cerrar la frontera no servirá de mucho si el cuidado del queso limítrofe se deja en manos de los hambrientos gatos de la GNB y sus muchachos sin escrúpulos y sin mucho respeto por la ley.

Con medidas como la actual, solo se genera zozobra a ambos lados de la línea, se siembra mayor desconfianza, se desestimula todavía más el tambaleante comercio, y se deja en el ambiente la sensación de que bajo el disfraz de tales medidas de excepción se esconde algo más, la alteración forzosa del proceso electoral, por ejemplo.

Maduro debe tener en cuenta que por primera vez las medidas de fuerza en esta frontera perjudican directamente a su pueblo, al que ayer le dijeron que no habrá toque de queda, por ejemplo, mientras les ordenaban a todos los automovilistas guardar en casa los vehículos.

Las incomodidades de la inmovilidad forzada serán mejor toleradas si desde ya se obtienen los resultados que se esperan, es decir, que por razón de impedir el paso de las mercancías de contrabando hacia Colombia estas aparecen en vitrinas y anaqueles de tiendas y supermercados.

Colombia se beneficiará, sin duda, si hay freno al contrabando, porque con él se podrá contener la criminalidad organizada y la inseguridad comenzará a ceder. Lógico.

Pero que no amenacen impunemente, como el viernes en la noche el gobernador de Táchira, José Vielma Mora, cuando dijo que la frontera solo será reabierta cuando Colombia le entregue a Venezuela a seis personas a las que acusa de participar en una emboscada y un ataque a oficiales de la GNB.

Eso no le queda bien a nadie, y menos al cuestionado gobernador, en quien casi nadie confía, por ese afán que lo mueve de querer, como las veletas, ir en el sentido de los vientos que lo favorecen.

A alguien como él, que dice amar a Cúcuta y se deshace en elogios hacia los colombianos, le queda mal, realmente feo, alzar la voz para amenazar. A no ser que lo haga porque se siente respaldado por los soldados que le enviaron de Caracas.

Sábado, 22 de Agosto de 2015
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