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De nuevo en casa

Todo valió la pena, porque hoy Gramalote es más que un pueblo: es un orgullo que casi no cabe en el pecho.

Pocos sentimientos humanos parecidos al de estar en casa. La tranquilidad instintiva que genera la tibieza del lar siempre encendido, la sensación de tener un hogar, el propio, la fortaleza que se adquiere al saberse en familia, nada de eso tiene par; es parte de lo más primario del ser humano.

Por eso, ni siquiera imaginamos lo que viven desde ayer los felices habitantes del nuevo Gramalote luego de seis años largos de cerrar las viejas puertas tras de ellos para poner sus vidasy sus pocos muebles  a salvo de la naturaleza hambrienta.

Después de muchos contratiempos, originados en la falta de experiencia del país en lo relativo a hacer un pueblo entero de acuerdo con las necesidades de sus gentes, por fi n Gramalote se hizo realidad. Ni siquiera la manida imagen del Ave Fénix se puede comparar con el resultado del esfuerzo nacional. 

Además de la necesidad imperiosa de entregarles a los gramaloteros parte de lo perdido, nada más había. Ni siquiera un terreno adecuado para construir el nuevo pueblo, a pesar de la formal promesa presidencial de que el pueblo duraría siglos. 

Pero, para tranquilidad de todos y satisfacción del gobierno, un bello pueblo reluce en las montañas nortesantandereanas, muy cerca de donde se extraviaron los sueños y las esperanzas de las gentes de aquellas casas que se tragó la tierra. 

Anoche, no todos durmieron en su nueva casa, pero un día lo podrán hacer. Y no se trata del formulismo de las palabras ofi ciales; es la promesa solemne de cada colombiano, sabedor de que mañana quizás sean suyos las esperanzas y los sueños con las alas rotas por la fatalidad.

La inversión de 400 mil millones de pesos para construir el pueblo bien valió la pena, porque a los gramaloteros se les está entregando no solo un nuevo hogar, sino un valioso aporte para su futuro económico:  el pueblo mismo, sus casas, sus calles, todo, que, si permanece intocable, será un atractivo para miles de turistas. Un solo clavo mal puesto podrá echar a perder el tesoro. Que nadie lo dude.

El nuevo pueblo es el resultado de un excepcional ejercicio en el que todo ha sido pensado a la medida de la gente. No se parece en nada a la experiencia de losdemás mortales que tienen que, por obligación de las circunstancias, sobrevivir en pueblos y ciudades levantados como otros quisieron, lugares absolutamente hostiles producto muchas veces del azar, de las conveniencias de los poderosos, de la eterna desigualdad que caracteriza a las sociedades de hoy.

El pueblo que nació ayer es democrático, son todas sus casas iguales, con las mismas soluciones, con el aporte de  ideas de sus dueños, un pueblo símbolo de equidad, de un solo rasero para todos, donde no habrá nadie más que los demás, al contrario de las características de la cultura de este país cada vez más desigual.

Realmente, valió la pena la paciencia de quienes esperaron por la noche deanoche, la de quienes siguen esperando; el esfuerzo del Estado, que es el de todos los colombianos, el tiempo invertido. Todo valió la pena, porque hoy Gramalote es más que un pueblo: es un orgullo que casi no cabe en el pecho.

Domingo, 12 de Marzo de 2017
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