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Editorial
Donald Trump
Mientras pregona que no intervendrá en el extranjero, promete que acabará con el Estado Islámico (EI).
Miércoles, 4 de Mayo de 2016

Un apretado ramo de contradicciones atado con una cinta de inexperiencia, y todo puesto entre un jarrón repleto de ignorancia y malentendidos. Así es Donald Trump, el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos.

Es un candidato “imprudentemente confuso” que podría llegar a convertirse en un presidente realmente peligroso, porque al frente del país más poderoso de la tierra estaría una persona a la que le encanta revolver los avisperos.

Multimillonario, muy a pesar de sí mismo, Trump entiende el mundo en el sentido de sus negocios de propiedad raíz.

Ante su anuncio de negociar con Rusia y China para mejorar las relaciones, The New York Times respondió con un comentario altamente mordaz: “Cuando la experiencia de alguien se limita a los acuerdos inmobiliarios, todo le parece una negociación sobre el alquiler”.

Las contradicciones del flamante y controvertido candidato son muy graves, y permiten avizorar conflictos serios en caso de que milagrosamente Trump pueda llegar a la Casa Blanca. No hay manera de entenderlo.

Mientras pregona que no intervendrá en el extranjero, promete que acabará con el Estado Islámico (EI) y que reforzará el Ejército, en un discurso aislacionista que puso nerviosos a muchos países, y al mismo tiempo militarista y nacionalista, que confundió incluso a los periodistas.

“Sus ideas son un caótico revoltijo de malentendidos e ignorancia”, dijo el analista Gordon Adams, profesor de política exterior en la American University de Washington. “Por un lado, quiere tranquilizar a sus aliados y a sus amigos sobre lo mucho que podrán confiar en Estados Unidos; y por el otro, pretende dejarlos solos si no gastan más en defensa”.

En este sentido, Colombia se vería afectada, pues los recursos anunciados por Washington para apoyar el proceso de posguerra ya no llegarían, por decisión de un presidente que promete hacer de su país uno muy fuerte “de nuevo”, pero a la vez anuncia que Estados Unidos hará en el mundo menos de lo que hace hoy…

“Los países a los que defendemos deben pagar el coste de esta defensa, y si no, Estados Unidos debe estar preparado para dejar que esos países se defiendan solos”, sentenció el ideológicamente caótico Trump hace pocos días.

Que con sus discursos contradiga a la cúpula de su partido, opuesta a todo lo que signifique aislar a Estados Unidos, le tiene a Trump sin cuidado: al fin y al cabo, él es el candidato oficial, por propio derecho, lo que significa que si quieren los republicanos llegar a la presidencia, no tienen con quién más hacerlo.

Y no sería lógico que desperdiciaran su única oportunidad válida…

Al fin y al cabo, predicar el miedo, le está dejando a Trump dividendos que no pensó obtener, en especial entre los blancos pobres y los electores de la franja de los sin partido y sin presente. Y con ellos también se ganan elecciones.

Que para Trump no exista Latinoamérica, o, mejor, que México sea todo lo que le interesa, no pesa entre sus eventuales electores, en su mayoría sustituidos en sus empleos de bajo nivel por inmigrantes latinoamericanos.

Y el miedo de estos votantes es, precisamente, el crecimiento de la población de origen latinoamericano, que se está haciendo estadounidense y engrosando un segmento amplio de emergentes económicos que está llamado a decidirlo todo en Estados Unidos, con o sin Trump. No por ahora, claro, pero sí dentro de muy poco.

Frenar esa posibilidad es tarea y propósito de Trump, y en ello coincide con el liderazgo republicano. Solo que, en este momento, el electorado hispano de todo color político, es quizás el único segmento de la población estadounidense que no se come los cuentos ni los desplantes del millonario Trump.

Y allí puede estar el sepelio político de un hombre que es hoy el centro del debate político.

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