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El que espera…

Si el papa Francisco quiere blindar la paz que aún no llega, que ya pretenden destruir, va a necesitar hacer milagros.

Son dignas de encomio las aspiraciones y esperanzas de la Iglesia Católica en relación con la visita en septiembre del papa Francisco a Colombia, pero, como es la realidad hoy, la posibilidad de que todo quede solo en deseos es muy grande. Tanto como la polarización y el odio político que se vive en torno del proceso de paz con las Farc.

Para el cardenal primado, Rubén Salazar, uno de los propósitos de la visita papal es el de ayudar a vencer la polarización que divide el país frente al acuerdo con las Farc, a la que Francisco quiere blindar, para que hacerla virtualmente indestructible por la muy dura ‘confrontación política caníbal’.

El cardenal soslaya, sin embargo, el hecho de que en torno de la paz hay dos posturas radicalmente opuestas, una de defensa y otra de destrucción y él, como líder de los católicos, propende por mantenerla, como es lógico. En la Iglesia católica no es una toma de partido. Es, en realidad, parte fundamental de sus postulados propiciar y defender la paz.

Significa, entonces, que cuando dice que ‘ojalá se escuchara esa voz de llamamiento del papa al diálogo’, se dirige a quienes no están de acuerdo con el proceso de paz y buscan, como consecuencia, hacerlo trizas, como alguien lo dijo hace pocas semanas. Y, si se dirige a quienes se oponen a la paz, ¿por qué no los cita por sus nombres propios, a fin de que las enormes mayorías no nos sintamos aludidas?

Somos un país polarizado, casi que irreconciliablemente dividido, en el que, como el mismo cardenal lo señala, ‘no se reciben los mensajes de buena manera, todo se tergiversa y, por lo tanto, es un diálogo imposible’, y en el que parece que resulta más barato comprar al precio que sea unas elecciones, que permitir una noche en paz, que es gratis. Así somos.

Y en ello han tenido que ver las iglesias cristianas, incluida la católica. No es posible pasar esto por alto. Aún están vivos millares de colombianos que escucharon a los párrocos invitar desde los púlpitos a violar el Quinto Mandamiento en personas de cierto partido. No es posible eludir ni el tema ni la responsabilidad.

Además, aún resuenan en las calles de todo el país los gritos de otros cristianos que, a voz en cuello, invitaban a votar no por la refrendación del acuerdo de La Habana. Esto tampoco se puede pasar por alto, pues hacerlo significaría que hay sectores no polarizados, y no los hay. Ni siquiera los que predican el amor.

Es un ambiente de confrontación terrible, sí, fruto primario de nuestro desarrollo como sociedad forjada en la guerra como prolongación de la política por otras vías, repetida una y otra vez, desde cuando por estos lugares se aventuraron los invasores europeos, una guerra hecha muchas guerras de las que nadie ha quedado al margen.

Si el papa Francisco quiere blindar la paz que aún no llega, que ya pretenden destruir, va a necesitar hacer milagros. Quizás ni el propio cardenal es consciente de lo que ocurrió ayer: en el diario, a pocos centímetros de su llamamiento para acatar al papa, se publicó otra nota, titulada ‘Si gana el poder, Uribe modificará el acuerdo con las Farc’.

Así, solo vale apelar al refranero en cuanto dice que el que espera desespera.

Jueves, 22 de Junio de 2017
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