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Editorial
El voto militar
El problema del reconocimiento del derecho electoral a militares y policías es de oportunidad.
Jueves, 28 de Julio de 2016

En este país de sobresalto surgen, de vez en cuando, propuestas que, en vez de calmar las aguas, las arremolinan más, con la consiguiente siembra de inquietud e inestabilidad que generan las ideas sorprendentes e inusuales.

La más reciente idea de este tipo se le debe al congresista del partido de la U Roy Barreras, quien propuso devolverles a militares y policías el derecho al voto que tuvieron hasta el gobierno de Enrique Olaya Herrera.

La idea no es nueva: en la pasada campaña electoral la propuso el Centro Democrático, pero no deja de ser inusual, porque se refiere a un asunto que por décadas ha inquietado a los colombianos, y sorprendente, por lo inesperada.

Defensores de la idea consideran que es viable que militares y policías voten, pero no participen en campañas proselitistas, lo cual no está claro cómo se evitará. Solo con prohibirlo no es suficiente, como no lo fue el mandato legal de no matar fuera de combate, en los casos de las víctimas de los falsos positivos.

El problema del reconocimiento del derecho electoral a militares y policías es de oportunidad. Aunque el espíritu de reconciliación y paz esté uniendo estos días a todos los colombianos, su influjo no es suficiente como para que la idea de poner a los militares a votar tenga la receptividad que imagina su gestor.

Muchos colombianos no acaban de digerir la idea de que los guerrilleros de las Farc puedan ocupar cargos de elección popular, y podrían atosigarse con la de imaginar en las urnas a gente uniformada y, posiblemente, armada, así sean uniformes y armas del Estado. De todos modos serían uniformes y armas…

El momento no es el adecuado para materializar la idea. Otorgar el voto a los militares lleva implícitos riesgos que no se deben correr. Se trata de reconocer un derecho de doble vía, pues el de elegir, necesariamente conlleva el derecho a ser elegido, a menos que taxativamente se señale qué se permitirá hacer y qué no en el uso del derecho reconocido. Pero hacerlo sería un contrasentido…

De todos modos, aunque no se les permita el proselitismo a los militares y policías, un comandante puede, sutil o incluso abiertamente, influir en todos sus subordinados para que voten en un sentido u otro. Es algo natural actuar así.

Desde luego, es justo que todos los colombianos participemos en todas las decisiones que pretenden perfilar nuestro futuro. Pero es necesario dejar que el país enderece su rumbo luego de una guerra de casi 60 años. Para entonces, es muy probable que los uniformados no sean tantos ni constituyan una fuerza que pueda determinar una elección.

Desde luego, la idea habrá que examinarla muy bien y limitarla con todo el rigor. No hacerlo permitiría imaginar cómo sería la situación de un país con sus políticos metidos en los cuarteles. El desastre sería muchísimo peor que el del sistema de salud o el de las universidades, convertidas en ring de pugilato entre políticos de barrio con aspiraciones parroquiales…

 

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