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Editorial
Lo cortés...
Es como si para nuestro gobierno seccional no hubiera ocurrido el hecho histórico de ponerle fin a una guerra.
Sábado, 27 de Agosto de 2016

Ese tarde, de manera sorpresiva el presidente Juan Manuel Santos dijo que de Guaviare, donde estaba, viajaría a Cúcuta, a escuchar al gobierno y a los líderes de Norte de Santander, que urgían la reapertura de la frontera, que cerró el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro.

Y Santos vino y los escuchó a todos, y con ello en mente, y con el ánimo de apoyar a un gobernador que, además, es de su partido, preparó viaje a Venezuela en busca de una solución binacional a un problema creado allá.

Y, resultado de ese viaje y de esa gestión, la realidad fronteriza es, en casi todos los aspectos, como la pretendían el gobernador William Villamizar y todos los líderes empresariales, cívicos y políticos.

Después, Santos se dedicó a ultimar el acuerdo de paz con las Farc, que a casi todos los colombianos tomó por sorpresa, por la rapidez con la que se firmó todo lo que se estaba negociando.

La sorpresa fue para casi todos los colombianos, que expresaron alborozo, en la inmensa mayoría de los casos, y de reiteración de las críticas opositoras.

Todos los gobiernos seccionales reaccionaron positivamente y expresaron su respaldo a Santos, los negociadores y el pueblo colombiano. Todos, menos el gobierno de Norte de Santander (la Alcaldía de Cúcuta también guardó silencio), al menos en público.

Es como si para nuestro gobierno seccional no hubiera ocurrido el hecho histórico de ponerle fin a una guerra que ha sido especialmente cruel y dura en Norte de Santander.

Qué diferencia con Boyacá. En ese departamento, el más pacífico de todos, las gentes se arremolinaron en las plazas, los niños lanzaron globos, y en medio de la fiesta aplaudieron a Santos y la paz.

Desde luego, no se trata ejercer unanimismo, casi siempre falso e hipócrita, sino de congratularse con los ciudadanos de este sufrido departamento, con los miles de desplazados, las decenas de miles de víctimas del Catatumbo… y, sí, también de reconocer el esfuerzo de un mandatario que se ha jugado entero por un sueño colectivo que, en lo personal, le ha traído todos los sinsabores posibles.

Se trataba, también, de expresar un gesto público de gratitud, así fuera leve, hacia alguien que, por la razón que fuese, logró la reapertura de la frontera por la que le insistieron ante la incapacidad de la región de reinventarse cuando la cerraron de manera abrupta.

Desde luego, cualquier mensaje oficial desde Norte de Santander en nada lograría modificar ni lo firmado ni la manera como de cumplirá, pero se notó, y mucho, el silencio, que algunos en la calle interpretan como desplante y en los corrillos como una ingratitud, o por lo menos una descortesía.

Es probable que el silencio se debiera a que el gobernador andaba ausente —aunque tenía reemplazo—, y en el ajetreo del viaje no tuvo el tiempo suficiente para escribir unas cuantas palabras. El nortesantandereano no solo ha sido agradecido, sino incluso exagerado en su desprendimiento por el país. Al menos así era hasta hace unos cuantos años.

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