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Nuestro deporte

 Norte de Santander es el reino del absurdo y de la chambonada en materia de escenarios.

Ya quisiera Norte de Santander tener la mitad al menos de un Fernando Gaviria o de un Nairo Quintana en cada deporte. Pero, de la manera como se hacen las cosas acá, todo no puede pasar de ser un sueño sin sentido.

Ojalá fuera una utopía, una aspiración lógica materializada luego de trabajar de manera organizada, planificada, en procura de metas que en otras regiones hace rato alcanzaron. Pero no hay, así fuera solo en papeles, un proyecto deportivo que tenga coherencia.

Y no lo puede haber, porque en estos asuntos, Norte de Santander es el reino del absurdo y de la chambonada en materia de escenarios.

En esta cultura de lo ilegal, parece normal que haya casos como el del estadio Centenario, de Atalaya, esperpento en el que en una ingrata decisión se sepultaron millones y millones de pesos del Estado.

Hoy, ese estadio de nada sirve. La pista sintética de atletismo está destruida, lo mismo que otras instalaciones. El prado central, que se suponía permitiría hacer pruebas atléticas, es un arenal insoportable.

Pero, aún si hubiera existido un mínimo de preocupación por cuidarlo, ese estadio sería el hazmerreír del deporte: las medidas de la pista son menores de lo reglamentario. Allí, por razón de la ligereza con que se toman las cosas, los 100 metros son menos.

Igual ocurría con las viejas piscinas olímpicas. Cinco centímetros menos de largo impidieron siempre que quienes las usaban pudieran oficializar sus marcas o ajustar sus entrenamientos a la realidad. Menos mal hoy tenemos una nuevas y reglamentarias.

Pero, más allá de los estadios y las canchas, ¿dónde están los entrenadores, dónde, las escuelas de deportes? ¿Y un plan técnicamente elaborado que permita que la juventud nortesantandereana tenga más opciones de vida?

Departamentos como Boyacá, con recursos económicos similares a los que tenemos, pero sin tanta corrupción, le han apostado al deporte, para destacarse. Y hoy, después de las grandes potencias de Valle, Bogotá y Antioquia, los deportistas boyacenses son los mejores del país.

¿Por qué acá no se puede por lo menos pensar en un proyecto así? No ha de ser porque no hay de jóvenes para adiestrarse y practicar deportes. Quizás sea la falta de voluntad política para destinar los recursos financieros necesarios para algo como el deporte, que no produce votos, pero sí identidad y orgullo. Para la muestra James (a medias) y Jossimar.

El patinaje y la gimnasia no son los únicos deportes que se practican o que quieren practicar los jóvenes nortesantandereanos. Solo que, sin el apoyo estatal, cualquier esfuerzo que hagan se frustra en sus comienzos.

Este departamento fue potencia en baloncesto, como que la práctica de ese deporte nació en Cúcuta. ¿Qué pasó, entonces?

Pues que no hay apoyo, no hay escuelas de baloncesto, no hay campos con especificaciones técnicas para practicarlo de manera masiva, no hay entrenadores. No hay voluntad política, en síntesis.

Mientras surge la posibilidad de que algún funcionario se preocupe por el deporte, no queda más que seguir destacando los triunfos mundiales de jóvenes como Gaviria y Quintana.

Esos campeones son nuestros, desde luego, y sus triunfos, también. Pero ¿no es mejor cuando quienes triunfan son los de aquí?

Viernes, 19 de Mayo de 2017
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