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Nunca más

La causa de la guerra en Colombia fue la exclusión, esa expresión de la soberbia de unos cuantos dueños del poder.

Si la causa fuera la pobreza, Haití no existiera; si la represión, Brasil, Chile o la misma Cuba hubieran estallado en añicos. La causa de la guerra en Colombia fue la exclusión, esa expresión de la soberbia de unos cuantos dueños del poder, que obligaron a otros, también pocos, a ir al monte, fusil en mano, a expresarse a punta de metralla.

Esa manera de impedirles a todos decir lo que sienten, como lo sienten, y lo que consideran que se debe hacer, es la exclusión, y nunca más debe repetirse, no al menos en este país descuadernado por acción de aquellos pocos excluidos, que durante 52 años hablaron a través del único canal que no les quitaron: la guerra.

Hoy, Colombia no es un país en paz, así Gobierno y Farc hayan rubricado, en acto solemne, un documento que debió surgir hace muchos años, si las ganas de seguir matando no hubieran sido superiores al deseo de las grandes mayorías.

Esta guerra que se silenció por fin ayer no nació en 1964, con la invasión de Marquetalia por orden del presidente Guillermo León Valencia; tiene origen en la solución de otra matanza: el Frente Nacional, que solo permitió alternarse en el poder a liberales y conservadores, sin la menor posibilidad para nadie más.

Y había sectores políticos que todavía no agotaban su protesta por el crimen de Jorge Eliécer Gaitán, pero fueron reprimidos con todo el poder del Estado por el dictador Gustavo Rojas Pinilla, primero, y por el Frente Nacional, después. Y, a partir de la década de los 60, la sangre corrió a raudales…

Los viejos guerrilleros liberales de los Llanos se convirtieron, entonces, en el Movimiento Armado 26 de Septiembre, y en las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), después… Lo demás es la historia actual.

Pero detrás de todo está la enorme soberbia que tanto se ha criticado a los manejadores del poder, que los enceguece y les impide ver los problemas cuando quienes los sufren son grupos insignificantes electoralmente, y los hace creer que son los únicos colombianos con derechos.

La terminación de la guerra trae una consecuencia importante para todos: el perfeccionamiento de la democracia, que ahora se verá reforzada con fuerzas políticas que propondrán lo que propusieron hace 60 y más años y les fue negado mediante la violencia del Estado: desarrollo rural, oposición política y participación ciudadana y fin de la guerra.

Porque, en realidad, no era mucho más lo que pedían los campesinos que se habían hecho fuertes en el sur del Tolima.

Hoy hay otro factor que induce a la violencia: la corrupción, que ha logrado convertirse en uno de los fenómenos más repudiables de todos cuantos germinan en el seno del poder.

Bien vale la pena ponerle atención a este problema, no dejarlo crecer y, por el contrario, eliminarlo, antes de que, con mucho de razón y quizás de justicia, pueda ser esgrimido como disparador de un conflicto social y político como este que ayer dejó de existir.

Como dijo el ilustre expresidente, ‘el palo no está para cucharas’.

Lunes, 26 de Septiembre de 2016
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