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Frontera
El cierre de la frontera, entre el pesimismo y el optimismo
Después de más de un año no se dieron las profecías del desastre, pero tampoco el escenario entusiasta de los optimistas.
Miércoles, 28 de Diciembre de 2016

El cierre de la frontera midió el calibre de la capacidad de Cúcuta y su área metropolitana para enfrentar las adversidades y la incertidumbre, tanto para los líderes regionales de todos los  sectores, como la ciudadanía misma. De  manera simplificada, fueron dos las ideas que se desarrollaron frente a los efectos del cierre; por un lado los pesimistas que auguraron la hecatombe total y la profundización de la crisis llevándonos a un colapso casi apocalíptico, y por otra parte los optimistas que consideraron la situación como una oportunidad para dar un giro al modelo de desarrollo dependiente de la frontera. En este sentido las generalidades son extremas y pueden ocultar los temas de fondo; es así que lo acaecido refleja un problema estructural de la ciudad y la región en general, aunque puede sonar a Perogrullo,  el cierre  fronterizo desnudó una estructura económica  débil, con limitadas capacidad para generar oportunidades, la falta de planeación  del desarrollo desde una mirada territorial con perspectiva global, y una debilidad institucional y de la sociedad civil.

Después de más de un año no se dieron las profecías del desastre, pero tampoco el escenario entusiasta de los optimistas. 

Todo se  mueve para no cambiar; esta afirmación tiene su sustento en  lo siguiente,  en el caso del desempleo y la informalidad, muchos afirmaban que  la crisis agravó la situación, lo cual es cierto parcialmente; si miramos los datos de desempleo antes del cierre y durante el cierre parecen una constante. Por ejemplo en el 2013, 2014 y 2015  la tasa de desempleo fue en promedio de 15,2%,  14,8% y 14,5% respectivamente, y en lo que va del presente año  en promedio terminará entre el 15% y 16% aproximadamente, la diferencia no es significativa.

Y lo mismo ocurre con la tasa de informalidad; antes y durante el cierre, en el 2013, 2014 y 2015 en promedio fue de 71,4%, 70,5% y 70,1% respectivamente y este año cerrará en un valor parecido a los años anteriores. 

Otro dato para confirmar cierta “inercia” laboral con un antes y durante el cierre es la tasa de ocupación que para los años 2014 y 2015 fue de 54,9% y 55% respectivamente y en lo que va del presente año cerrará en un 54% aproximadamente. 

Esta constante refleja que no se llegó a ese escenario pesimista, pero tampoco al optimista en materia de empleo; esto conduce a reflexionar las intervenciones del Gobierno nacional, departamental y local (al igual que el papel de los gremios)  su efectividad, mirar con lente crítico las políticas de promoción del empleo del gobierno nacional, la incidencia de los créditos de Bancoldex, el programa de reconversión laboral de pimpineros, la sostenibilidad e impacto de las políticas de empleo municipal, como también revisar sin ánimos de olvido, que los decretos aplicados al comienzo, se repiten como recetas a cada coyuntura crítica en la frontera y terminan siendo paños de agua tibia.

Por otro lado se puede preguntar ¿Qué incidencia en la cotidianidad ha tenido sobre el empleo el cierre fronterizo? 

Hay una realidad que para nadie es un secreto, es el proceso de “sustitución“ de fuerza laboral de la ciudad por mano de obra venezolana, dado los bajos costos y en algunos casos evasión de aspectos legales. 

Este proceso se da casi en todos los sectores, pero hay unos más sensibles, en especial, comercio y  servicios personales,  de manera irónica tiene sus  expresiones en  la informalidad, desde los que  venden cosas en la calle, los que se montan en las busetas, hasta las trabajadoras sexuales. 

La ciudad se convertido en el albergue de la “supervivencia” de la crisis local y la crisis social y económica de Venezuela. 

Pero hay sectores notablemente afectados por el cierre; un ejemplo es el carbón, que en junio según palabras del Doctor Jaime Rodríguez al diario La Opinión, en el primer trimestre del año la producción había caído en 11,3%  y una caída de empleos directos de un 50%.

Lo mismo ocurre con  la reducción del 42 por ciento en el tráfico total de pasajeros internacionales del 2015 al 2016, la salida de las aerolíneas y todos los sectores conexos a ellos; por ejemplo los representantes de unas 120 agencias de turismo  despidieron unos 700 trabajadores,  otro sector afectado fueron las casas  de cambio, el cierre de 300 casas cambio, y de igual forma el sector trasportador tuvo una afectación notable. 

Además, según el observatorio económico de la Cámara de Comercio, las exportaciones de Norte de Sanatnder comparadas entre 2015 y 2016 (enero - agosto) tuvieron una variación negativa de 53,2%; por otra parte, el IPC  ha tenido una tendencia creciente, explicado por fenómenos externos e internos, tanto estructurales como coyunturales : precios del petróleo, revaluación del dólar y sus efectos en las importaciones, el paro camionero en su momento, fenómenos naturales de sequía, el control al contrabando de alimentos, y el flujo de personas con la apertura parcial, de venezolanos que vienen a comprar generando una presión vía demanda de los precios y especulación.

En lo que se refiere a los grandes esfuerzos del control al contrabando, fortalecido por la ley anti-contrabando, las incautaciones y las regulaciones por parte de las autoridades, permitió centrarse en un problema clave en la ciudad, pero también cabe mencionar que el cierre genera un flujo de economía subterráneas que terminaron beneficiándose.

No se ha llegado a la  situación apocalíptica, ni tampoco al jardín del edén; la crisis del cierre   fronterizo mostró que estábamos mal desde hace rato, y que no se han generado  propuestas viables y sobre todo construcciones colectivas. 

Pero hay que resaltar  la   resistencia y la “resiliencia colectiva espontánea” para la sobrevivencia y asumir los embates de las crisis dela frontera, que  como un Déjà vu  golpean permanentemente la realidad de la ciudad y exige una capacidad colectiva que vaya más allá del derrotismo, el pesimismo y la resignación.

Mario Zambrano

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