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Frontera
Una guardia venezolana tenía a su niña del otro lado de las púas
La pequeña pudo regresar con su mamá al mediodía de este viernes, en el puente Internacional Simón Bolívar.
Viernes, 4 de Septiembre de 2015

Su rostro expresa preocupación. El mismo sentimiento que hoy embarga a cientos de colombianos que en la última semana han sido deportados de Venezuela.

Es Lenny Trinidad Mora, una teniente de las fuerzas militares venezolanas, que aguarda con pesadumbre el regreso de su pequeña hija Daniela Mora, de 5 años, atrapada del lado colombiano por las mismas barreras que ordenó instalar el Gobierno a quien sirve.

Son las 12:30 del mediodía, y bajo un sol inclemente, en el puente Internacional Simón Bolívar, la niña aguardaba una larga fila para poder estar de regreso a los brazos de Lenny.

Con sumisión, esa misma que se les niega a los colombianos que viven en Venezuela desde años atrás, la teniente se acerca modesta a funcionarios de la Defensoría del Pueblo colombiano a suplicarles que le ayuden a traer de regreso a su hija.

¿Me ayudas por favor a traer a mi hija? —dice a miembros de la Defensoría del Pueblo en Colombia.

Un funcionario colombiano le presta el teléfono celular para que haga una llamada. De inmediato, su voz se entrecorta al escuchar la dulce voz de su hija, que se pierde en el viento. La misma brisa que se lleva las suplicas de otros venezolanos que como Lenny piden del lado de colombiano ‘una ayudita’ para retornar con los suyos.

Al colgar, vuelve a suplicar con vehemencia para que la entreguen de regreso ya que ella no puede pasar al lado colombiano, pues está uniformada: su voz se quebranta y su mirada se pierde en el horizonte que dibuja a la distancia una multitud de venezolanos, esperando tras barricadas.

Y allí, perdida entre la multitud, acompañada de una conocida, se encontraba Daniela,

‘Es ella, es ella. catire, es catire y tiene 5 años, ayúdenme a traerla, por favor’’, grita.

Daniela cruza la barricada, pero no entiende por qué tanto alboroto y se funde en un abrazo eterno con su madre, tras el llanto que ahoga madre e hija se juntan.

Esa misma alegría no la sienten otras decenas de colombianas.

 

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