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Acuñación obsidional en Salazar

Rarísimas reacuñaciones sobre monedas de medio real y de dos reales.

He querido darle este título rebuscado a la crónica del día de hoy para despertar la curiosidad científica de mis lectores y porque el tema así lo amerita, dado lo extraño y relativamente poco frecuente que determinadas situaciones fueron presentándose en las épocas álgidas de la independencia.

Resulta que a principios del siglo diecinueve, se encontraron con unas rarísimas reacuñaciones sobre monedas de medio real y de dos reales, en un entierro en el castillo de San Carlos en Cartagena y algunos historiadores y a su vez coleccionistas de monedas extranjeros como el señor Rafael S. Fosalba, luego de serias investigaciones concluyeron que habían sido el producto de las acuñaciones de emergencia, hechas en  Santa Marta y Salazar de las Palmas. Dichos estudios fueron publicados en el libro “Trascendencia Económica y política de las acuñaciones obsidionales y de emergencia durante la revolución por la independencia de Venezuela y Colombia”.

Valga la pena anotar que el conocimiento que se tiene de esas monedas de emergencia es vago por no decir que incierto, toda vez que no todos los historiadores creen o están de acuerdo con la teoría expuesta por Fosalba sobre estas monedas, de las que se sabe que no figuran en los registros de los coleccionistas particulares ni en el Museo Nacional, a pesar de que en el Banco de la República reposan unas piezas de las que no se tiene certeza de su origen, razón por la que, los expertos se inclinan por pensar que dicha reacuñación fue realizada por los mismos realistas en  Cartagena y no en Santa Marta o más remotamente en Salazar de las Palmas como se asegura, sin embargo, se conocen once piezas que reposan en la colección particular de un numismático extranjero.

Pero  vamos a citar el texto de Fosalba,  quien escribe sobre las emisiones de emergencia: “Al insurreccionarse las provincias de Socorro y Pamplona proclamando su independencia, Salazar de las Palmas perdió transitoriamente todo acceso al río Magdalena y el aislamiento en que quedó del resto del país, por su fidelidad a la Corona Española, le hizo sentir más que en la otras partes, la falta de numerario con qué atender los gastos públicos y la contratación de sus minas. Salazar de las Palmas o simplemente Las Palmas, como se seguirá llamándose en este escrito, estaba situada a 18 leguas al norte de Pamplona y a medio camino entre Bucaramanga y Cúcuta, siendo cabecera del distrito de su mismo nombre y la fundó Diego Montes en 1553, para seguridad  y conservación de las minas de San Pedro; fue abandonada poco después por temor a los indios, que al fin la destruyeron. Volvió a poblarla Diego Parada dos años más tarde al margen del Nirúa y no tuvo mejor suerte que la vez anterior, hasta que en 1583 la levantó nuevamente el gobernador Francisco de Cáceres, en esta  ocasión, en la orilla izquierda del río Salazar, sobre un llano rodeado de colinas y palmares, que le dieron su nombre y la dominaban quedando finalmente destruida por el terremoto del 18 de mayo de 1875.” Con relación a las monedas supuestamente acuñadas en esa población, el mismo autor relata: “Las pequeñas monedas que a nuestro pedido expertizó la American Numismatic Society de Nueva York en 1917, confirma que fueron acuñadas en Las Palmas al iniciarse la guerra por la independencia del Nuevo Reino de Granada y la Academia Colombiana de Historia en oficio del 20 de mayo de 1937, confirma precisamente que aquella villa labró moneda, aunque debemos recordar que cuando tal cosa ocurría –y ocurría con relativa frecuencia por cuenta de las autoridades locales, estampando el selo de las armas reales- fueron éstas una de las tantas usurpaciones fraudulentas que los gobiernos coloniales realizaban entonces.” Continúa nuestro redactor comentando las posibles fue antes de confusión ya que según cuenta, “algunos numismatígrafos atribuyen el origen de estas monedas, por coincidencia de nombres, a Las Palmas de la Gran Canaria y otros, con criterio más simplista todavía, las clasifican como piezas de Felipe IV acuñadas en México por el parecido que, según ellos, tiene ambos monogramas y que nosotros, al contrario, no advertimos en los detalles de su composición y dibujo. Por su exacta entidad con los resellos aplicados tres o cuatro años después a los medios reales de cobre acuñados en Cartagena, llegamos al convencimiento y sin temor a equivocarnos que esas reacuñaciones cuando son sobre piezas de medio real, también corresponden exclusivamente a Las Palmas.” A continuación, Fosalba describe las características de las monedas con tal precisión, queriendo evitar equívocos y reiterando con certeza su origen y procedencia. “Al anverso que las caracteriza, está ocupado dentro de la gráfila de gruesas perlas, por un monograma claramente compuesto con las letras que integran el nombre de la villa, llevando el exergo (Nota del autor: Parte inferior de la superficie generalmente del reverso de monedas y medallas, delimitada por una línea horizontal en la que suele figurar una inscripción) las absurda fechas 000, 100, 444, 777 y 800, repetidas en varias monedas. Salvo detalles de ejecución, el anverso de las series de ambas ciudades es casi idéntico, la cruz potenzada de San Andrés cantonando los símbolos heráldicos de Castilla y León, pero las de Las Palmas no tiene los arcos arcarzanos que en las de Cartagena cierran los ángulos de aquella y unen sus extremos. Las dos series están realizadas con la misma técnica y los cuños con que fueron selladas las monedas de Las Palmas, son exactamente los mismos que sirvieron para reacuñación de los medios reales de cobre de Cartagena.” En una observación final, anota que en Salazar de las Palmas solamente se acuñaron monedas de medio real y que las acuñaciones con esas fechas inverosímiles fueron una práctica realizada por los realistas pero de la que no eran ajenos los libertadores, pues también sirvió de fuente de financiación de sus campañas. Sólo nos resta motivar a quienes tengan en el baúl de sus recuerdos algunos objetos antiguos, revisar si entre sus monedas conservan algún “medio real” de Salazar de la Palmas.

Gerardo Raynaud D. | gerard.raynaud@gmail.com

Viernes, 5 de Agosto de 2016
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