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Política
Santos, el Nobel que aún debe lograr la ‘paz completa’
Para el presidente, Colombia “está haciendo posible lo imposible”.
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AFP
AFP
Sábado, 10 de Diciembre de 2016

El presidente Juan Manuel Santos recibió ayer el Premio Nobel de Paz en Oslo (Noruega), un reconocimiento a su insistente búsqueda de la paz para Colombia, pese a la esquiva respuesta de sus compatriotas que hace dos meses rechazaron en un plebiscito el acuerdo con la guerrilla de las  Farc.

Seguro de que era “el mejor acuerdo posible”, Santos decidió someter el resultado de la negociación de La Habana a la refrendación popular, el 2 de octubre, pero contra todo pronóstico ganó el ‘No’.

Sin embargo, para mayor sorpresa, cinco días después, la academia sueca anunció que le otorgaba el Nobel de la Paz.

Según dijo Santos en su discurso, la noticia del premio “llegó como un regalo del cielo” y le dio fuerzas para sellar un pacto renegociado, que incluyó propuestas de la oposición y que fue refrendado la semana pasada en el Congreso, donde cuenta con el apoyo de las mayorías.

“El Premio Nobel fue el viento de popa que nos impulsó para llegar a nuestro destino: el puerto de la paz”, manifestó el jefe de Estado, al advertir que Colombia “está haciendo posible lo imposible”.

A Santos, bogotano de 65 años, lo critican por su frialdad y escasos dotes comunicativos, pero le reconocen una férrea disciplina, autoridad nata y autocontrol ante las crisis.

“Es un político audaz, muy buen estratega”, asegura su cuñado y asesor Mauricio Rodríguez.

Según allegados, minutos después de perder el plebiscito, tuvo la claridad de proteger el cese al fuego vigente con las Farc, llamar a la guerrilla a renegociar y “exponer la mezquindad del (expresidente) Álvaro Uribe”, principal opositor al acuerdo.
       
Baja popularidad
              
Para sus detractores, Juan manuel Santos, que carga con un índice de desaprobación del 59,5%, desconoció el sentir popular.

El expresidente Andrés Pastrana, por ejemplo,  insiste en que “el nuevo acuerdo no es legítimo” porque los colombianos debían “volver a las urnas” para refrendarlo.

El jefe de Estado tiene además otro reto para que el proceso con las Farc se consolide, y lograr así la “paz completa” con la que sueña y pueda  “hacer de Colombia un país normal”: afianzar la negociación con el Eln, la última de las guerrillas surgidas en los años 60 que protagonizaron, con paramilitares y agentes estatales, la cruenta guerra interna.
       
El “traidor” que se la jugó toda por la paz

“Santos tuvo la valentía de cambiar el rumbo”, aseguró el jefe negociador del Gobierno con las Farc, Humberto de La Calle, refiriéndose a la decisión del mandatario colombiano de negociar la paz tras asumir su primer mandato, en 2010, y luego de haber dirigido desde el Ministerio de Defensa, durante la administración de su antecesor Álvaro Uribe, la más feroz ofensiva contra las guerrillas.

“Si hizo la guerra fue como un medio para lograr la paz”, recordó Mauricio Rodríguez.

Reelecto en 2014, Santos no cejó en su empeño de lograr la paz, pese a la dura oposición de sectores conservadores liderados por Uribe, que siempre lo consideraron “traidor”.

Estaba convencido de que alcanzado un pacto con las Farc, los colombianos lo aprobarían. Pero se equivocó.

“Tiene fama de calculador, pero paradójicamente fue un error de cálculo creer que el hastío de los colombianos con la guerra podía contrarrestar la fatal combinación del inmenso rechazo a las Farc y sus bajísimos niveles de popularidad”, comentó la periodista María Elvira Samper.
       
Modernizador
       
“El presidente Santos representa la modernización del país y terminar la guerra con las guerrillas es, en su concepción, una necesidad fundamental para ese objetivo”, opinó Mariano Aguirre, del Programa Colombia del Centro Noruego para la Resolución de Conflictos (NOREF).

Quitar ese freno para el desarrollo ha sido justamente el motor de su obstinación por la paz.

“Sé qué es lo correcto”, dijo Santos meses atrás sobre su empeño para ver la luz tras la “horrible noche”, que ha causado 260.000 muertos, 60.000 desaparecidos y 6,9 millones de desplazados en medio siglo.

El presidente ha debido lidiar con su falta de carisma desde que dejó en 1991 el diario El Tiempo, entonces propiedad de su familia, para perseguir el sueño presidencial.

“No transmite emociones, pero no quiere decir que no las sienta. Es el mejor papá del mundo”, consideró María Elvira Samper, para quien su liderazgo “ni populista ni mesiánico y muy racional (...) no conecta con el país de hinchas que es Colombia”.
       
Estela de Roosevelt
          
A este sobrino nieto del expresidente Eduardo Santos (1938-42), cadete de la Armada, con estudios de economía en Estados Unidos y Londres e incursión en la diplomacia y el periodismo, la paz con las Farc lo ha enfrentado a la élite con la que siempre se ha codeado.

Pero a él, que se precia de seguir el modelo de Franklin D. Roosevelt, el presidente estadounidense de origen acomodado que hizo reformas radicales, no le importará ser recordado como un “traidor a su clase”, según ha dicho.

A AFP le aseguró no tener ambiciones políticas después de 2018, cuando prevé retirarse con su esposa María Clemencia Rodríguez, madre de sus tres hijos, a esperar a los nietos para enseñarles a leer y a comer mangos en su finca.

“No quiero convertirme en prisionero del poder”, resumió el hombre de la palomita blanca en la solapa.

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