La Opinión
Suscríbete
Elecciones 2023 Elecciones 2023 mobile

Procesión con figura de mujer

Algunas jóvenes también llevaron en sus hombros las imágenes durante los actos de Semana Santa.

Mientras muchas jóvenes se preocupan por el maquillaje, los aretes y el peinado para salir a las procesiones de la Semana Santa, otras, como Wendy Johana Gallardo, preparan la túnica, el capirote y el cinturón para cumplir promesas a Cristo.

Gallardo es estudiante de Comunicación Social y Periodismo, y una de las más activas participantes en las ceremonias.

Es hija de la dueña de una sala de belleza y un electricista, pero pese al contraste de profesiones y oficios ha dedicado tiempo a fortalecer la fe cristiana, desde la hermandad de Jesús Nazareno.

“Desde niña, me llamó poderosamente la atención de participar en la Semana Santa, y les confesé esta idea a mis padres, quienes me han entregado el apoyo suficiente”, recalca.

Para ella es más importante asistir a las procesiones que “a una parranda”, pues hay tiempo para todo. 

Según relata, el aroma del cirio pascual, las flores y el ambiente religioso la atrapan más que cualquier fina colonia.

“La penitencia es revestirme durante cinco años, mientras avanza la carrera de comunicación social, pero seguiré porque me encanta”, señala la joven nazarena.

Dice que al comienzo sentía temor por ingresar a una congregación de mayoría masculina. 

“Hay más de 300 integrantes, y sólo 25 mujeres para cargar los monumentos”, dice. “Sin embargo comprobé que no existe machismo”.

Experiencia de fe

(Las 25 compañeras de ruta hacen sus propios sacrificios, en una época de profunda convicción religiosa.)

Recuerda que la primera prueba de fuego fue llevar parte del anda de El Martirio. 

“Se me peló el hombro, lo tenía hinchado y algunas mujeres lloraban del dolor”, recuerda. “Había que seguir; ese era el sacrificio”.

Por ello, siente orgullo a la hora de llevar las imágenes. Muy de cerca la acompaña su mamá, para que no desfallezca. 

“Hay imágenes demasiado pesadas, como la de Jesús en la columna”, afirma. “Es donde empieza el calvario, pero hay que seguir, sin hombreras, ni agua y pendientes del paso”.

La joven debe coordinar con las otras mujeres la forma para que el desgaste físico sea menor. 

“Es un ambiente muy bonito, que la gente respeta y admira”, dice. “Las mujeres también podemos sobresalir en esos aspectos que supuestamente eran para hombres”.
 
Del hábito al delantal

Con intensa dedicación maneja los tiempos de las reuniones, el estudio y la participación en las ceremonias, y asevera que hay tiempo para todo, pero es categórica cuando señala que la Semana Santa no equivale a vacaciones.

Manifiesta que el rol que ejerce no la exime de los oficios de la casa. 

“Me quito el hábito y me pongo el delantal,  limpio los platos, barro e incluso hago de comer, porque ser nazarena no es obstáculo”, cuenta la joven quien, por esos menesteres, no tiene aún su príncipe azul.

Con su paso lento, pero certero, se enruta hacia la catedral de Santa Ana en la procesión, y cuando llega al interior se transforma, con una concentración única, para escuchar el sermón y la música sacra, con la convicción de permanecer y vivir en carne propia la pasión, muerte y resurrección de Jesús.

Image
La opinión
La Opinión
Domingo, 16 de Abril de 2017
Premium-home
Patrocinado por:
Logo Empresas
Temas del Día